lunes, 30 de septiembre de 2024

Hughes. Atlético, 1-Real Madrid, 1. Se busca rival conformista para derbi nihilista

Diálogo y Negociación para el Consenso


Hughes

Pura Golosina Deportiva

 

El derbi tuvo menos tensión alrededor de Vinicius. Puede que lo suyo se resolviera antes, en una entrevista a Abc en la que Revilla la dedicó unas palabras demagógicas (otras no conoce). Si Revilla entra en el asunto, está todo dicho. No hay más preguntas.


No necesitan a Vinicius. Vinicius fue el pretexto de la grada (parte de ella) y del entrenador que va de negro para sus espectáculos. Simeone recuerda la letra de Morrissey: "Voy de negro, porque negro es como me siento por dentro". Cuando el partido se detuvo por lanzamientos, fue a dialogar con unas personas entre las que se pudo ver alguna enmascarada y con balaclava, que es lo más normal del mundo y el mensaje que toda Liga o espectáculo aspira a lanzar al mercado.


Sorprendió la serenidad con la que el aspaventoso entrenador se dirigía a esa minoría que iba a decidir la hora en la que millones de personas nos iríamos a la cama.


Simeone es de los del "innegociable". Todo lo suyo es innegociable, pero ¿estaba acaso negociando con el de la balaclava?


No acabó ahí la performance de ese líder nihilista que es El Cholo. Después, en las entrevistas, justificó en parte lo sucedido y pidió sanciones al provocador.


Courtois provocó, al parecer. ¿Y qué es provocar? Recordemos en este punto que Vinicius empezó provocando por celebrar los goles con un bailecito.


En resumen, que nunca fue Vinicius. Habría que unir los puntos: Simeone, la grada de los enmascarados, el presidente que le hizo a Simeone el más grande contrato que vieron los tiempos y la parte más eructante y gargajeante de la prensa. ¿Qué les une?



Llega el Mediador  

Pero el asunto, con ser grave, debería quedarse en anécdota y no ser aprovechado para una semana de madridismo victimista, porque el escándalo no fue ése (porque eso siempre está, estuvo, y estará) sino lo que pasó con el Madrid en la segunda parte.


Fue un derbi de Ancelotti. Empezó metiendo a Modric para suplir a Mbappé. La decisión seguía el principio de prudencia y el de jerarquía, pero no el de Arquímdes, porque el empuje del peso sumergido no era equivalente a lo que emergía. Se hundía Modric y emergía Valverde como un delfín pluriempleado y anfetamínico.


Lo bueno era que a veces Valverde podía adelantarse un poco, se ganaba al Valverde ofensivo, pero al final, como Valverde está en todos lados, esto no se nota... En cualquier caso, era volver a los cuatro medios, a los del año pasado. Si bien, uno de esos cuatro era Modric, que es ya parte materia y parte espíritu o gloria.


Hay que reconocer. sin embargo, que por ese lado derecho evolucionó al principio el Madrid y que tuvo dominio  y orden. Era un Madrid 2023/2024. Valverde seguía siendo Valverde, pero también un poco Kroos. Manda más, intenta más, monta más el ataque y eso se percibe en la cámara, que le saca más. Su presencia era apabullante. Corre con derroche y se sufre por él porque no tiene sentido de la economía. Está siempre saliendo de un incendio, yendo a rescatar al niño en la playa, persiguiendo al que se lleva el bolso...


 Bellingham aparecía muy poco a poco y Vinicius bastante tenía con liberarse de las agobiantes marcas. Si  se iba del rival con una mezcla excepcional de velocidad, decisión y filigrana, llegaba un segundo oponente a hacerle falta.


Una, dos, tres... pero Vinicius no protestaba mucho, protestaba Simeone.


La primera amarilla, cabe señalarlo, fue para Modric, que corre ya como si arrastrara consigo un pulmón mecánico con ruedines.


Militao y Rudiger habían cambiado el puesto, esa fue la innovación de Ancelotti, y el perjudicado resultó Bellingham porque no recibía el habitual pase cruzado largo de Militao; sus desmarques proyectados no fueron vistos. Da la sensación del náufrago perdido en la isla que hace movimientos, geometrías, señales clamorosas a aviones o barcos que pasan de largo.  


El reto del Madrid era que su futbolista más inteligente tocara la pelota, algo que no resultaba tan fácil. El partido conspira en tenerlo ocupado, oculto, enredado; el fútbol consiste en que el bueno la toque lo menos posible.


Pero con todo, el Madrid dominaba y no sentía el peligro. Y así, bastante cómodo, con trazas europeas (trazas europeas pero quizás no actitud europea) y un Valverde imperial e imperioso -dado el campo que era- llegó el descanso.


El inicio de la segunda parte fue revelador. El Atlético salió achuchando mucho. No era el achique, era el achuche de espacios. Estaban ahí dándolo todo, mientras que en el Madrid se percibía cierta laxitud premonitoria...


Se acercaba el minuto 60, cuando suelen empezar los cambios, y no pasaba nada. ¿Qué estaban haciendo algunos desde el 45 al 60 para justificar no ser cambiados? Nada o poco.


En el 54 ya cambiaba Simeone, que quitó a Sorloth, ese delantero que parece fichado por José Luis Moreno.


Mendy tuvo el ratito suyo habitual de regalar balones. La expresión "tiene buen pie", tan de moda, no se le podría aplicar. Su pie parecía un pie sin empeine, todo talón y concavidad. ¿Hay callista en Valdebebas?


Esto agravó el problema del Madrid con la salida. El constructor del juego había sido Militao con sus pasitos dubitativos de japonesa.


El Madrid estaba peor que en la primera parte cuando llegó el 0-1. Vinicius, como siempre, haciendo lo difícil, la verdad del fútbol: regate a De Paul y asistencia a Militao.


La clave quizás estuvo en que era una especie de aclarado, un uno contra uno. Venía de una jugada ensayada y pudo haber un Vinicius contra De Paul y nadie más, sin que pudiera llegar Llorente a dar el empujón. Ése era quizás el diseño. O sea, hubo que sacar de la probeta del laboratorio del balón parado una circunstancia en la que Vinicius pudiera hacer un uno contra uno y no un uno contra una gang.


Marcar un gol y celebrarlo era mucho exceso y al rato comenzaron a caer objetos en el área de Courtois, que también tuvo la falta de delicadeza de hacerlo notar.


El partido se detuvo un cuarto de hora para que se calmaran los presocráticos y al volver pasó algo engañoso. El Madrid salió mejor. Incluso había impotencia en los locales. Vinicius dominador y crecido y Tchouameni interceptando cada vez más balones con su fútbol de boya.


Si ya le cuesta a Ancelotti hacer cambios, con la pausa aprovechó para estirar los minutos de Modric.


En el Atleti entraba Correa. ¿Cuántos años llevamos viéndole entrar? En cada derbi presenta un tatuaje nuevo, ya parece El Jincho.


En el 81, Simeone había movido todo o casi todo el banquillo, mientras que Ancelotti no había molestado a Chendo. Yo creo humildemente que ahí había una clave. A Ancelotti le faltó decisión o confianza en su banquillo.


Esos cambios de Simeone suponían energía. Agitación del manzano del fútbol para que diera el edénico fruto. En el Madrid las ganas las puso Endrick, ganas de torero hambriento, y nada más entrar se estampó con un fotógrafo (muy pronto ese ímpetu comenzará a ser cuestionado).


El Madrid languideció, se echó atrás con laterales nuevos, alas o más bien alitas sin desplegar, y acabó de nuevo, como contra el Alavés, con cinco atrás, y el Atleti, de modo nada descabellado (totalmente cabellado, es más) empató en el 94 con gol de Correa ganando la espalda de los mencionados cinco.


El Madrid demostró poca energía, incluso falta de ganas. Toda la segunda parte pareció que, salvo Vinicius y algún otro, el equipo no estaba del todo ahí. Ancelotti fue prudente al principio, y puede que no le saliera mal, pero luego siguió siendo prudente hasta donde la prudencia bordea la región de lo acomodaticio. Pocas alternativas, poca reacción, cambios muy tarde y mal.


El equipo tiene algunos problemas constructivos, sobreabundancia en unas partes y escasez en otra, pero en el Metropolitano se vio algo peor, una peligrosa sensación colectiva de desgana. A veces el "no queremos" es una forma de encubrir el "no podemos".



Ovación al Frente

El barco y la botella

 


El 7 del Real Madrid mandando a callar a los antis en diferentes épocas

@danii7mm


Ignacio Ruiz Quintano

Abc

La fuerza del Real Madrid, como la fuerza del universo según Espinosa, excede infinitamente la fuerza de cada una de sus partes. Y esto es lo que nos vino a recordar Endrick con su gol al Suttgart.


Endrick es un genio en época de vacas gordas como lo fue Juanito en época de vacas flacas. Juanito era chupón porque cogía el balón, levantaba la cabeza, veía a su derecha a Pineda y a su izquierda a Isidro, y decidía seguir regateando. Endrick es goleador porque coge el balón, levanta la cabeza, ve a su derecha a Vinicius y a su izquierda a Mbappé (¡Vinicius y Mbappé!), y decide tirar a gol.


El Madrid de Ancelotti ha pasado del 4-4-2, su sistema ideal, al 4-3-3, un sistema ilógico, y ver jugar al equipo es ver al entrenador italiano peleando con torpeza por meter un barco en una botella. Por momentos, el propio Ancelotti pierde en la banda su mirada de “líder tranquilo”; superado por una situación agobiante, recuerda a Boadella, que expresa su perplejidad con cara de babuino mirando por un tubo.


El 4-3-3 los mata a todos. Mata a Courtois, reducido a muñeco de pim-pam-pum. Mata a Aureliano, que es un medio centro remando en el océano, con los “pranes” mediáticos apretando para traer a Rodri, que es majo con la prensa y no toca el piano. (Si el pase a primer toque de Aurealiano en el gol de Mbappé al Stuttgart lo hace Kroos, todavía estarían los comentaristas poniendo los ojillos como bolitas de alcanfor, pero ni se le mencionó). Mata a Vinicius y a Mbappé, corriendo y tropezando como espermatozoides en el mismo cuello de botella. Mata a Bellingham, cuyo fútbol se pierde haciendo surcos como otro Carvajal. Mata a Valverde, que va y viene, y viene y va (“box to box”, en la jerga culta), perdiéndose un buen atacante para ganar un mal defensor. Y mata a Modric, que a sus años juega lo de la selección y lo del club para completar las cotizaciones sociales que le faltan para completar su pensión.


La única razón del 4-3-3 es Rodrygo, que te hace una de Garrincha y veinticinco de Pedro León, pero cuenta con el elogio de las maras mediáticas, que lo elogian a la española, es decir, contra alguien, que en este caso es Vinicius. En una cultura de carácter como la del Madrid, Rodrygo desentona como la princesa de Rubén: “La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa? / Los suspiros se escapan de su boca de fresa…” Si llega a caerle encima la de Vinicius, ¿dónde estaría Rodrygo? “¿Piensa, acaso, en el príncipe de Golconda o de China, / o en el que ha detenido su carroza argentina / para ver de sus ojos la dulzura de luz? / ¿O en el rey de las islas de las rosas fragantes, / o en el que es soberano de los claros diamantes, / o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?”


En la época de la Guerra Fría, el periodismo, que siempre ha sido la rama del poder encargada de hacer que lo malo parezca un accidente, preguntaba a todos los entrevistados por Kruschev. “¿Qué le parece el gesto de Kruschev quitándose el zapato en la Onu?” “¿Considera usted normal que Kruschev haya enviado al espacio a la perrita ‘Laika’ metida en un Sputnik?” Es el mismo cuestionario, pero con Vinicius, que ahora han de encarar todos los entrevistados en los programas de porteras del deporte para influir en el piperío del Bernabéu, que cuenta con sus propios “gagman”: Ussía, Schuster, Mijatovic… El alemán y el montenegrino compiten por la vacante de Doña Croqueta en la radio gubernamental. A Schuster, que en una final de Copa de Europa con el Barcelona en Sevilla contra el Steaua se fue por su cuenta del estadio en taxi cuando fue sustituido por Terry Venables, lo recordamos en una final de Copa del Rey en Zaragoza celebrando con cortes de manga al Madrid los goles de su equipo (Maradona, molido a palos, y diez más), pero el hombre se ha hecho mayor, se ha dejado “look” de filósofo alemán (en concreto, Peter Sloterdijk) y ve feo que Vinicius, al marcar un gol, se lleve el dedo a la boca en San Sebastián, porque, como dicen los entendidos, la grada estaba llena de niños con sus familias, y no como cuando Iniesta hizo el mismo gesto a la misma afición, que, al ser natural de Albacete, tuvo la finura de dirigirse a la grada poblada únicamente de chapelas, que agradecieron la atención que tuvo con ellos el jugador culé, aunque la Real se fuera a Segunda.



Mingorance

Rafael Herrero Mingorance, que quiso ser torero con el nombre de Rafael Alhambra, recordaba como una pesadilla de su posguerra un pueblo riojano en cuya plaza de toros, para afear la mala actuación del torero, las señoras situadas en un sector de la grada se limitaban a levantarse las faldas en silencio, con lo que el censurado sólo veía, en aquella cordillera venusiana, un sanedrín de austeras barbas sombrías. Para satisfacer a los “pranes” mediáticos que ahora aprietan para arrebatarle a Vinicius el Balón de Oro, habría que pensar en una grada así para los campos de España, que es donde radica el problema con Vinicius, una buena razón (más el exceso de partidos que hacen a los futbolistas plantearse una huelga) para que el Real Madrid abordara la Liga nacional, que nada le aporta, como preparación de la Liga europea, y viajara a los pueblos de España con un segundo equipo (suplentes y canteranos), reservándose a los artistas para las competiciones importantes.


Hay que centrarse, pues, en la Liga europea, aunque el Big Data, que debe de ser tirando a masoquista, ya ha echado sus cuentas y desecha como triunfador al Madrid en beneficio del City, el “castell” de Guardiola sobre el que Endrick, y todos tenemos ese presentimiento, se va a marcar, de zurda, una “enxaneta” en Munich.


[Sábado, 21 de Septiembre]

Segunda de Otoño. Los novillos se comieron a los novilleros (Villita, Moreno y Bastos). Campos & Moore



PEPE CAMPOS


Plaza de toros de Las Ventas.

Domingo, 29 de septiembre de 2024. Segundo festejo de la Feria de Otoño. Primera novillada. Algo más de media entrada. Tarde agradable.


Novillos de seis ganaderías. Primero de José González. Segundo de Condessa de Sobral. Tercero de Guerrero y Carpintero. Cuarto de Quintas. Quinto de Baltasar Ibán. Sexto de Ángel Luis Peña. Todos toreables. El ejemplar de Baltasar Ibán fue encastado y demandó distancias y mando.


Terna: Villita, de Toledo, de verde y oro, con cabos blancos; saludos tras un aviso y silencio; de veintitres años; en 2023, cuatro festejos. Jesús Moreno, de Albacete, de lila y oro, con cabos blancos; silencio y silencio tras aviso; de veinticinco años; en 2023, dos festejos. Diego Bastos, de Morón de la Frontera (Sevilla), de amarillo crema y oro, con cabos negros; silencio y silencio; de diecinueve años; en 2023, veinticuatro festejos.


Después de la retirada de Enrique Ponce el sábado, vivida con pasión y polémica, ayer domingo volvimos a la secuencia anodina de la programación novilleril que Plaza 1 tiene ideada para sumir en la máxima depresión a la afición de Las Ventas. Por un lado, el sinsentido de ver lidiar seis novillos de distintas ganaderías, que no se sabe a qué razón obedecía. A pesar de ello los novillos corridos ayer sacaron fondo suficiente para situarse por encima de los novilleros. Por otro lado, la empresa madrileña no parece saber buscarle una renovación adecuada al mundo de la fiesta de los toros. Cierto que el novillero Diego Bastos venía toreado, pero no así ni Villita, ni Jesús Moreno. Da la impresión que existen compromisos entre los gestores del mundo taurino que deben cumplirse, poniendo y quitando a ciertos toreros de los carteles. O puede que, siendo magnánimos en nuestro juicio, estos empresarios no sepan realizar las contrataciones, por desconocimiento. En términos generales, pensamos que los carteles se hacen con demasiado tiempo de antelación. De esta manera en el apartado de matadores de toros el triunfador del verano madrileño (en la única corrida programada), Adrián de Torres, no se ha visto recompensado como merece, en flagrante injusticia; y no ha entrado en la Feria de Otoño. Ni Damián Castaño. Del mismo modo, podríamos pensar que novilleros que han sonado con fuerza este verano en plazas españolas, como El Mene o Tomás Bastos, han quedado al margen de haber podido dar una sorpresa oportuna o un golpe de fuerza a su carrera a esta altura de la temporada. Nosotros, los aficionados, no nos dedicamos a programar festejos; no somos los responsables del dislate de contrataciones que en las novilladas de Las Ventas hemos visto semana a semana a lo largo del verano pasado, y que parece se ha repetido por inercia en la primera novillada de otoño.


No queremos decir que los novilleros que hicieron el paseíllo ayer no puedan servir para ser toreros, pero, tal vez, no era su momento si carecían de bagaje. No es el caso de Diego Bastos como ya hemos indicado más arriba. Es un novillero del que se habla y que ha toreado, pero su actuación dejó mucho que desear. Estuvo desbordado por su primer novillo, de Guerrero y Carpintero, que tenía faena. Y no pudo en ningún momento con el sexto de Ángel Luis Peña, más áspero. Toreó por fuera, no encontró la distancia y le sobraron enganchones. Mató muy mal. Por su parte, a Jesús Moreno se le vio con pocos recursos. A su primer novillo de Condessa de Sobral, no supo meterle en el canasto y el animal fue a su aire, en una faena por las afueras sin mando ni concepto. Después, con el mejor astado de la tarde, Rabioso, de Baltasar Ibán, que pedía pelea muletera, no lo pudo parar en ningún instante; el burel necesitaba ser citado dándole distancia y ser embarcado con mando y temple, y seguridad. Y nada de ello le ofreció Moreno. Nada que reseñar en su forma de matar. Por último, a la hora de hablar de Villita, hay que reconocerle que a su primer novillo, de José González, a medida que la faena avanzó le dio algún que otro muletazo templado y logrado, en una labor que dejó ganas de verle en el siguiente astado, el cuarto, de Quintas, donde todo su quehacer quedó ahogado en la ausencia de «argumentos» táuricos ante el morlaco. Mató respectivamente de estocada trasera y bajonazo.





ANDREW MOORE


 










FIN

domingo, 29 de septiembre de 2024

Primera de Otoño, con Ponce, Galván y Navalón. Terminal Ponce. Campos & Moore

 

En el cuarto de la tarde y último toro que iba a matar en Madrid, dio una lección de conocimiento del toro y del público. Se fue a torear al tendido siete

 

PEPE CAMPOS



Plaza de toros de Las Ventas.
Sábado, 28 de septiembre de 2024. Primera corrida de la Feria de Otoño. Tres cuartos largos de entrada. Tarde agradable de inicio del otoño.

Toros de Garcigrande —procedencia Domecq— (1º, 2º, y 3º) y de Juan Pedro Domecq (4º, 5º, y 6º). De escasa presencia, a excepción del cuarto. Aparentes cornamentas sin dar sensación de agresividad, ni miedo. Los de Garcigrande sospechosos de haber sido arreglados en sus defensas. Del tercero al sexto, cinqueños. Mansos. Nobles. Flojos. Inválidos (2º, 3º y 5º). Poco y mal picados. No empujaron en varas. Se dejaron torear. El segundo se rompió el pitón en la primera entrada al caballo, dando una sensación lastimosa en su lidia, por ello debió ser cambiado.

Terna: Enrique Ponce, de Chiva (Valencia), de lila y oro, con cabos blancos; silencio y dos orejas; treinta y cuatro años de alternativa; en su año de retirada. David Galván, de San Fernando (Cádiz), de verde menta y plata; palmas tras aviso y silencio; doce años de alternativa; en 2023, quince festejos. Samuel Navalón, de Ayora (Valencia), de lila y oro; ovación, con divisiones, tras dos avisos y oreja; confirmaba la alternativa, tomada dos semanas antes en Albacete; en 2023, once festejos como novillero.

Suerte de varas. Picadores: Primer toro —Antonio Muñoz—, primera vara, picotazo caído tras rectificar y cae la montura, sale suelto el toro; segunda vara, caída, tras rectificar. Segundo toro —Agustín Collado—, primera, trasera, se rompe el pitón el toro; segunda, trasera y caída; el toro sale suelto de ambas varas. Tercer toro —Juan Pablo Molina—, primera, detrás de la cruz, picotazo caído tras rectificar, el toro sale suelto; segunda, trasera, caída. Cuarto toro —Daniel López—, primera, detrás de la cruz, caída, con metisaca, el toro sale suelto; segunda, detrás de la cruz, leve. Quinto toro —Juan José Esquivel—, las dos varas, traseras y caídas. Sexto toro —Cristian Romero—, primera, trasera, caída, el toro sale suelto; segunda, se rompe la vara, y en nuevo encuentro, picotazo.

 


Cuando se suele decir que hemos vivido un día especial, normalmente se quiere indicar, con ello, que no sabemos explicar muy bien lo que hemos vivido. Pues bien, ése debe ser el calificativo que debemos poner al día de ayer desde el punto de vista taurino, «un día especial», y ha correspondido con la despedida de Enrique Ponce de la plaza de Las Ventas. Entrar en materia para trasladar de manera diáfana lo que sucedió ayer en el coso madrileño en la última corrida de Ponce en Madrid, se nos hace intrincado; debido a que puede entremezclarse en nuestra valoración, el mérito verdadero de lo que aconteció en la arena venteña ayer, con una rememoración histórica de su figura (seguimos hablando de Ponce) tan controvertida en el mundo de los toros desde que inició su andadura.

 

 Por un lado, nos viene a la memoria el día de su presentación en Madrid, hace treinta y seis años —que se dice pronto— cuando el niño Ponce —pues tenía dieciséis años— asombró a todos los aficionados asistentes a aquella novillada, por su sabiduría y su desparpajo delante de los novillos —el primero de Lupi, el segundo de La Fresneda—. Tal fue su desenvoltura delante de aquellos astados que hasta Joaquín Vidal quedó anonadado y escribió: «Ayer se hacía de miel (la seria afición de Madrid) cada vez que Enrique Ponce ponía la muleta por delante, se traía al novillote toreado, cargaba la suerte, embarcaba suave en torno al eje de su propia personilla, vaciaba limpio, ligaba los pases».

 
La presentación de Ponce en Las Ventas ha quedado como uno de los momentos cimeros de la aparición de un torero en el engranaje taurino, digamos, para los que nos hicimos aficionados a finales de los años setenta del siglo pasado en la plaza de Madrid. Para mí, también, en el recuerdo, comparable, si hablamos exclusivamente de presentaciones —la tarjeta de visita—, la de Pepín Jiménez, en 1981 —un príncipe del toreo, clásico, puro, elegante—; y de manera singular la de Luis Pauloba, en 1990 —un torero clásico por los cuatro costados, uno de los mejores intérpretes de la verónica de los últimos tiempos—. Pero volvamos con Enrique Ponce y su capacidad para entender a los toros y para saber torearlos según mandan los cánones, algo que ha formado parte del potencial que ha atesorado el torero valenciano a lo largo de toda su carrera. Una distinción, la de conocer los secretos de la tauromaquia, por parte de Ponce, que no siempre ha hecho uso de ella, para alcanzar los fines de la autenticidad y de la verdad en el toreo. Ya que Ponce, sabiendo dominar a los toros —recordemos su faena a «Lironcito» en 1996, una cúspide de valentía y de sometimiento—, o poseyendo los entresijos del arte y del buen gusto —por ejemplo, con su toreo único por bajo—, en demasiadas ocasiones ha elegido la senda de la comodidad. La de elegir ganaderías comerciales con toros previsibles. La de torear despegado. La de desplazar al toro hacia las afueras. La de caer en un barroquismo cercano a la cursilería. Todo esto se encuentra en su debe, cuando por el contrario ha sido un torero que no se ha arredrado ni por los pitones de los toros, ni por sus condiciones agresivas. Pero Ponce ha preferido llevar a su tauromaquia al camino del confort.


Así fue —también— ayer al elegir para despedirse dos ganaderías comerciales, de toros previsibles, de ganado facilón para él. Un tipo de toro alejado de sus verdaderas capacidades técnicas y de conocimiento. Un aspecto que no es ninguna sorpresa para los aficionados, porque ha sido la clase de ganado con el que se ha visto Ponce las caras durante muchos de sus treinta y cinco años como matador de toros. Es la prerrogativa que tienen las figuras del toreo desde hace varios lustros, la de torear toros sin peligro, ni aparente ni real, para decadencia de la propia tauromaquia. Una lástima. Un sendero equivocado porque todo aquello que aleje al toreo de la sensación de riesgo y de peligro, lo conduce por el camino de la nada. Ayer, la corrida fue discurriendo por ese camino de la inexistencia, mientras se lidiaron los toros de Garcigrande. También sucedió con la lidia de los toros de Juan Pedro Domecq (sangre dominante en las ganaderías de bravo actuales). Del vacío y de la inoperancia de las lidias, los toreros no pudieron salir porque no hubo toros bravos, de poder, con acometividad y con fiereza. Hubo toros flojos, nobles, desrazados, dóciles, dúctiles y predecibles. Toros que vemos lidiar en multitud de ferias a lo largo de la temporada taurina española. De ese ámbito, de esa atmósfera, no quiso salirse Enrique Ponce para su adiós. Porque la atmósfera de la comodidad encaja fielmente con parte de la carrera de Ponce. Es decir, en ese espacio de confortabilidad, de bienestar, donde Ponce alcanza una cota de holgura propicia, para exponer su ideal de arte al servicio de una superficialidad que a él, parece ser, le ha sido grata, durante muchas temporadas, y ahora le conecta y le está conectando con su fase «terminal» o última en la tauromaquia.


De lo sucedido en la corrida de ayer comentar que David Galván ante dos toros inválidos, toreó por fuera, muy despegado, sin cruzarse y desangelado. Buscó el temple simple y no consiguió ninguna verdad. En cierto modo pasó desapercibido. Mató a su primero de estocada contraria caída, más tres descabellos. A su segundo, de pinchazo y bajonazo en la suerte contraria. Por su parte, Samuel Navalón, ante un lote más propicio no llegó a encontrarle la distancia a los toros, lo que le complicó su labor. En el primero, el toro de su confirmación, sin cruzarse con él, toreó muy por las afueras. Intentó el temple y la ligazón, pero el uso del pico y no estar en la jurisdicción le fueron alejando del toreo y acercando al arrimón, y a que le dieran un aviso sin haber entrado a matar. Lo hizo, con pinchazo caído, en la suerte contraria y de estocada atravesada, desprendida, en la misma suerte, más un descabello. En el sexto toro todo condujo a la exposición de valor por parte de Navalón. Al acortar la distancia al astado, sin tomarle el pulso, sufrió una cogida, a lo que siguió el arrimón, el exceso y la falta de mando. Remató con bernardinas que supieron a gloria a gran legión de sus seguidores. Mató en la suerte contraria de estocada atravesada.
Sobre Enrique Ponce decir que a su primer toro tuvo que matarlo tras un preámbulo de pases de castigo al rompérsele el pitón al animal en la suerte de varas y no haber sido devuelto al corral; lo hizo de pinchazo bajo y de media caída, atravesada. En el cuarto de la tarde y último toro que iba a matar en Madrid, dio una lección de conocimiento del toro y del público. Se fue a torear al tendido siete.

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 El toro embestía mejor por el pitón izquierdo, con suavidad, sin demasiada largueza. El astado fue noble y algo remiso. Ponce con la muleta en la diestra lo llevó de manera que se propiciara el cambio de mano hacia la zurda, exponiendo temple y dominio en esa parcela donde siempre lo ha bordado, en esos cambios de mano, y en las trincherillas, preludio del toreo por bajo, donde hay que reconocer que ha creado un estilo personal único. En dos ocasiones imantó al toro por la izquierda por bajo con largura. Se recreó en ello y consiguió «el momentazo» de su despedida. Fue un reflejo de lo que ha sido Ponce y su tauromaquia. La sorpresa vino cuando se fue derecho a matar al toro en la suerte contraria y dejó el estoque en la yema, después de haberle echado el buen morlaco la cara arriba en el cruce de la acción. A continuación vino la apoteosis, las dos orejas —excesivas para muchos de los aficionados—, su solemne y ceremonioso saludo casi al estilo nipón y la multitudinaria salida por la puerta grande.

 

Las dos orejas —excesivas para muchos de los aficionados—, su solemne y ceremonioso saludo casi al estilo nipón y la multitudinaria salida por la puerta grande


ANDREW MOORE

 

 





 FIN

Hughes. Vinicius contra lo cerril (Un paeo por el antimadridismo primario)




Hughes


(Aviso cariñoso al lector: el artículo contiene bastante comentario futbolístico, aunque no sólo)


No es casualidad que el lío con Vinicius se formara con ocasión de una visita del Madrid al campo del Atlético. Avisó Koke: «Si Vinicius celebra bailando, habrá lío». La polémica por entonces, año 2022, estaba en el baile y alguien en El Chiringuito añadió: «Que no haga el mono». Algo así.


Efectivamente, se lió.


En el desarrollo de la polémica que tiene a Vinicius de objeto participaron dos fuerzas: una, el antimadridismo primario que tiene su centro en Madrid, y no en Barcelona. El sindicato de periodistas colchoneros, diseminado con desproporción por los medios, comenzó su guerrilla. Si no han sido capaces de oponerse realmente al fondo de su estadio ni al antifútbol de su entrenador-gurú, ¿lo iban a hacer con el asunto Vinicius, que además osó ponerse chulo y respondón?


El colchonerismo tiene bula ética y bula futbolística. La dispensan los medios. Hasta el antimadridismo es centralista y de ahí salieron las corrientes nerviosas, espasmos imitativos que explican lo de Valencia no mucho después. El antimadridismo valencianista tampoco es nuevo. Comenzó seriamente con Paco Roig, radiopredicadores de alcance local y la televisión autonómica. El resultado de esa frenesí populista inicial (Roig contra la Meseta) fue que el Valencia perdiera la posesión del club, ahora en manos de Peter Lim. El dueño no se sabe dónde está, pero el enemigo está en Madrid y va de blanco. Mimetizar el maltrato colchonero a Vinicius le deparó al club la peor imagen internacional.


Una fuerza ha sido el antimadridismo, tan variado y saludable que no hace falta ni hablar del Barcelona,  y la otra ha sido el espectáculo mediático, la lógica de los medios. Vinicius encarna muchas cosas y una es el fracaso de la Liga. La Liga española no es ni siquiera la liga escocesa, un eterno Celtic contra Rangers. El Madrid realmente no tiene rival. Hay que ir sosteniendo al Barça y lo que vende es el debate eternizado entre el Madrid y el no-Madrid, entre el madridismo y el antimadridismo. Eso es lo que vende, en El Chiringuito en especial, donde la cosa, como en un virus, saltó del futbolista al mono. «Que no haga el mono». En el mundo conectado de Internet y con la sensibilidad brasileña para el asunto racial, la cosa trascendería. ¿Qué iba a hacer Vinicius ante su propia gente? ¿Callar?




Vinicius, hecho show su figura, permitía la continuidad del Cristiano vs Messi de otra forma: Vinicius sí, Vinicius no. El antimadridismo la tomaría con él y el debate se amplificaría en los medios. Se había vivido años antes con Mourinho. Pero en Mourinho había algo intelectual, discursivo, narrativo, un ¿pur qué?; en Vinicius se hace muy persona, corporal, se juzgan aspectos, formas, color… Es un odio físico, gestual, instintivo. Por eso a veces es tan desagradable y llega donde se llega. El racismo (importa menos si estructural o instrumental, puntual) es expresión del antimadridismo que a su vez es expresión de algunas otras cosas.


Si Vinicius jugara en el Barcelona nada de esto pasaría. Sería un símbolo pacífico de Unicef, ídolo de la infancia, unificador de continentes; seria la sonrisa de las cajas de cereales y con su fútbol felicísimo se liberarían los pueblos y se cincelarían las prosas.


ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL ANTIMADRIDISMO MADRILEÑO


Es decir, sobre el Atlético. El odio que le tienen al Madrid sólo tiene parangón en el odio que la izquierda madrileña le tiene a Ayuso. Es apasionado, irracional, desmedido y a veces un poco estremecedor. Están para Vito Quiles. El Atlético de Madrid reúne a gente muy facha y progres modernos de tipo urbano. Creo que son los auténticos rojipardos porque su unión de extremos es la única exitosa. Frente Atleti y sabinismo.




Los viejos aficionados tienen una detestación del Madrid que es atávica. En su condición de sucursal del Athletic de Bilbao, parecen a veces una desembocadura futbolística del carlismo y en el Madrid sólo ven modernidad, corrupción sistémica, degeneración…. Esa especie de carlismo desplazado futbolero, que parece no haber superado la superioridad civil del Madrid de Bernabéu sobre el Atlético Aviación, se une a la de los colchoneros progres del madrileñismo sureño, de lo alternativo, barrial, del izquierdismo sociológico, en los que hay un rencor más social y desesperado. También político. El Madrid es el equipo del poder y bla, bla, bla. Hay otro antimadridismo psicologista o literario, de romanticismo del perdedor. El Madrid es el que se lleva a la rubia, el jefe, el pelota del jefe. El que organiza el timing de los semáforos. La estructura molecular de la misma vida, tronco. Habría otro antimadridismo que es, rizamiento total del rizo, el del pijo madrileño norteño que se subraya así la actitud, como quien se deja flequillo. Un roquerismo posh, como las fans de Leiva.


El antimadridismo es lícito. Está bien, son muy libres. El problema es cuando quieren convencer a los demás de sus delirios. Con Vinicius ha ocurrido eso, y ha ocurrido durante el cholismo, que ha sido como el agujero de antimateria del florentinismo. Es posible empezar a ver el cholismo como una consecuencia del propio florentinismo, al estilo en que los EEUU se fabrican a veces sus propios enemigos. El cholismo ha creado un nihilismo a la altura del constante desarrollo del fútbol de Florentino. Sus tres revoluciones del fútbol moderno, su búsqueda estratégica de la Ilusión, su innovación ha tenido enfrente una gran sombra expansiva de Nada futbolística.


El antimadridismo madrileño del Atlético es el más puro y su presencia en los medios fundamental porque conecta  el antimadridismo periférico, sobre todo el del barcelonismo, con el que tiene un acuerdo informal de colaboración. El antimadridismo colchonero da barniz moral al odio regional-separatista hacia el Madrid. Contra Vinicius, es el antimadridismo madrileño el que actúa primeramente, en conexión (diríamos, como aquel, que en simbiosis) con el entramado institucional-arbitral-televisivo.


El antimadridismo madrileño tiene la función de ocultar así muchas veces lo que el antimadridismo tiene de extensión deportiva y sociológica del 78. Las autonomías han imitado a Cataluña y el País Vasco y el antimadridismo ha pasado también a ser constante de los coros y danzas, una sensibilidad identitaria, característica y, curiosamente, común. Un pegamento de disparidades. Es una pequeña sutura divisiva no tan pequeña: igual que está el izquierda-derecha, está el madridista-antimadridista.




Sobre la importancia del colchonerismo en lo de Vinicius, baste la anécdota. Lo primero que conoció en España fue un jugador del Atlético mordiéndole el cráneo.


ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE VINICIUS


Vinicius debuta, si no recuerdo mal, en julio de 2018. Ese mes se va Cristiano. El sustituto de Cristiano, no lo sabíamos entonces, iba a ser él. En Vinicius se funda el Tercer Florentinismo. El primero es el de La Galaxia, el segundo es el de Cristiano y el tercero va a ser el de los jóvenes que se fichan cuando aun no son estrellas.


Vinicius era estratégico y su detestación no es trivial. A Vinicius, además, no se le supo ver. Hasta sus entrenadores estaban despistados, hasta Benzema lo estaba. Había en él algo irritante.


Antes debe explicarse algo. Por supuesto que hay racismo en el fútbol, pero no sólo en la grada. Para mí ha estado más en la prensa, de un modo matizado. En reservar la palabra «bestia» al mediocentro negro; en desdeñar la Francia última y penúltima por «sólo física» frente, por ejemplo, a la «técnica» croata. Está, sobre todo, en la incomprensión irritada del fútbol de Neymar y los brasileños, siempre bajo sospecha de burlón, engañoso, frívolo y poco serio.


Vinicius, que es la primera estrella brasileña que se hace realmente aquí, que llega como promesa, era un brasileño en bruto. Su fútbol ni siquiera tenía el virtuosismo que se le pide a un brasileño. Por ello no tenía disculpa: tenía la exuberancia alegre y retadora de un brasileño, pero sin su depuración técnica. Era, por ello, doblemente odioso para el cerrilismo hispano (que tiene su meca en Bilbao, ancestros del colchonerismo, donde lesionaron a Maradona y a Redondo). Vinicius era brasileño temperamental pero sin la terminación de un RonaldinhoRonaldoRivaldoBebeto, o incluso un primer Robinho fugacísimo. Había algo por desbastar. Un brasilerismo doblemente odioso para el espectador español, que ya digo es mayormente atroz.




Vinicius era un brasileño puro que no rompía a brasileño. Su exuberancia no tenía excusa y movía a la risa.


A Vinicius no se le supo ver. Pero Vinicius, en remontada de sí mismo (madridismo total), se afinó, rompiendo lo que era ley suprema del fútbol, que el gol no se aprende. El gol lo aprendió, y el «matao», el «qué malo es», el que despertaba hilaridad por el contraste entre sus expectativas e inicios del más prometedor  brasilerismo y sus terminaciones chapuceras, rompió a crack.


Cuando lo hizo, no encontró una Liga orquestada a su alrededor, ni una narrativa ad hoc, como Messi. No había alfombras rojas, sino el retorno al fútbol de caverna, con algunos laterales ayudados por centrales metrosexuales al rescate (Vini reveló el fondo de sadismo de algunos laterales derechos, luchó desde el principio contra los caballeros-caballeros del fútbol). El arbitraje, por supuesto, no le protegió y esa es la madre del Cordero que le ha costado alguna Liga ya al Madrid. Tampoco había un relato preparado. Ni siquiera el televisivo (la realización) pues Vinicius estuvo siempre bajo sospecha: primero por su técnica, luego por su actitud.


La que fue Liga del Jogo Bonito, con los rapsodas de Barcelona y Madrid conectados por Prisa, Cope y Movistar, se había convertido en otra Liga que penalizaba el regate, el baile y la risa, pero también la lágrima.


Si ríe, molesta; si llora, molesta. Todo en él molesta.


Pero no perdamos de vista la importancia de Vinicius: inicio estratégico y pilar del tercer Florentinismo (estrellas fichadas en la tardoadolescencia); continuación en su sola persona del Cristiano vs Messi y, más allá, sucesor de Mourinho como causa, debate, síntoma y héroe cultural a su pesar contra (expresión feliz de Carlos Esteban) los «dueños del discurso». Vini recibe en el esplendor físico de su cuerpo y de su juego el odio anti. De un modo parecido a Mourinho, Vinicius impugna imagen, relato, rivales, arbitrajes, momento táctico, ángulo de mirada, incluso una psicología colectiva. No es lo woke lo que trae sino una rebeldía liberadora contra algo fosilizado aquí. Vinicius es una rebeldía superadora.


SOBRE LO WOKE



Vinicius recibe las criticas vergonzantes del antimadridismo de izquierdas y derechas. Para el de izquierdas, el Madrid no puede ser objeto de racismo porque el Madrid es intrínsecamente racista en virtud de la leyenda negra. Para el de derechas, Vinicius trae a España lo woke del BLM y por tanto es criticable. El Madrid debería, se supone, expedientar o vender o reconvenir al jugador. Carvajalizar al chico (ojo: adoctrinarlo con el lateral derecho, que aprenda del lateral derecho ¡justo lo que él ha venido a sobrepasar!).


Esto es sorprendente. Antes de lo woke había racismo y reglas de conducta. Nunca fue bueno llamar mono a un hombre. Yo no lo escuché esto en mi vida. Pero, al parecer, si diez mil personas llaman macaco a Vinicius, él debería salir en rueda de prensa y decir: «Me ha parecido percibir cierta animosidad pigmentaria en mi contra que, he de confesar, no contribuye del todo a mi serenidad, pero no pasa nada: fúbol es fúbol».


Quejarse cuando miles de personas te llaman mono no es woke. Woke sería decir que los blancos son privilegiados, que como negro merece otro trato compensatorio o pedir que a dos personas se les trate diferente por su color. Pedir que no le llamen mono no es woke. Pero si aprovechando su dimensión de estrella internacional usara lo woke en defensa personal, haría muy bien; son los clubes del antimadridismo y sus respectivos entornos los que han abusado en el pasado de brochazos woke, progresistas y demagógicos.


En su origen, en su forma de expresarse, en su concentración de odio unipersonal cancelatorio, el antimadridismo contra Vinicius ha sido más woke, mucho más cercano en formas y maneras. Parte además, ellos sí, de considerar una situación originaria de privilegio, la del Madrid, que exige una forma de pasividad en el otro. El madridista, privilegiado por serlo, ¡racista por serlo! no puede protestar como hace Vinicius, no puede exigir igualdad, no puede sentir agravio, porque eso es contrario a la ideología que sustenta el actual tinglado del fútbol español (madridismo vs antimadridismo): el Madrid fue privilegiado en un origen remoto. Entonces, el Madrid, como hombre blanco, debe pagar su cuota de culpa mediante arbitrajes, insultos, linchamientos mediáticos, etc. La actitud del madridista ante el hecho ha de ser «no quejarse», «el madridista no puede quejarse». Ha de ser siempre Butragueño. Es decir, lo mismo que el blanco ante el BLM. No quejarse y aguantar. Por eso Vinicius, como antes Mourinho, resulta insoportable y escandaloso y excita sus técnicas propagandistas y cancelatorias puramente odiosas. Y, muy importante: el uso de la mentira.


No sé si lo woke es tan importante. Pero woke aquí,  de serlo algo, es el antimadridismo contra Vinicius.




LA ALIANZA ANTIMADRIDISTA COMO EXPRESIÓN DE UNA ESPECIE DE WOKISMO ESPAÑOL INVIVIBLE


Insistamos en esto: en el odio expresado, la falta de humor, de piedad, en la búsqueda de la denigración  y destrucción personal, que es lo que se ha intentado e intenta con el futbolista.


La campaña contra Vinicius ha tenido la intención de la peor propaganda actual. No muestran todas las faltas que se le hacen ni las agresiones, pero sacan todas sus reacciones. Sólo la mitad de la historia. Buscan su gesto polémico, su protesta. No se busca su risa, su simpatía. La historia de superación deportiva es transformada en la construcción de un monstruoso egotismo. Es asombroso esto. Por primera vez, la televisión no participa tanto de la historia de un ídolo como de la formación, en paralelo, alternativamente, de un villano deportivo.


El antimadridismo institucionalizado (hecho negocio, asunto de debate, único interés de un producto en crisis) es propaganda pura y es la espuma de la corrupción profunda del fútbol español, desde el Negreirato hasta los manejos federativos. Su irracionalidad casa perfectamente con la irracional arbitrariedad del arbitraje actual.


Pero hay más. La alianza antimadridista engloba odios diversos, como una coalición de Pedro Sánchez: un odio a España, en gran parte, o el odio a Madrid como capital, junto a otro tipo de odio en su vertiente madrileña: el odio a la excelencia (cuando es del otro), junto a un resentimiento profundo. El antimadridismo es una ideología histérica y una manifestación más o menos lúdica y espectacular del resentimiento y de la envidia, origen de cierto izquierdismo.


En cierto rechazo derechista hacia el Madrid hay un odio legítimo a la modernidad, al progresismo corporativo, al internacionalismo y a la globalización. Pero incurren en algún error que se explicará otro día.


Todo esto: propaganda, rencor, barbarie lógica, corrupción y antiespaña ha caído sobre Vinicius, el pobre Vinicius. Más la burricie en boga y la cazurrería proverbial. Vinicius contra una síntesis de cerrilismo woke, ancestral cazurrez en formas tecnológicas nuevas que parecen dotarla de razones.


ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE LA CAMPAÑA CONTRA VINICIUS


Lo peor y más indignante del caso de Vinicius no es ni siquiera el racismo, asunto sobre el que no merece ni la pena entrar. Lo peor es que estamos ante el intento de acabar con un futbolista en ciernes, que ha sobrevivido por un coraje inusualVinicius en la actualidad no se puede quejar de que le llamen negro o mono, pero es que antes no se podía quejar de las sucesivas faltas no pitadas. Si se queja, le sacan tarjeta. Si se vuelve a quejar, le expulsan. Si se queja al rival, repiten la imagen dejando impresión de camorrista. Si por milagro o facultades sobrenaturales supera a los rivales, las faltas, las patadas, los agarrones, y consigue marcar gol, tampoco puede celebrarlo; si lo celebra bailando y le llaman mono, tampoco puede quejarse. Provoca todo en él; su juego, su alegría, su carácter y su queja. Su espléndido ser futbolístico es una provocación.




EL MADRIDISTA ‘LAMIFICADO’: ACABOSE HUMANO SISTÉMICO


Una figura que ha vuelto a brillar por este asunto es la del madridista que asume la propaganda antimadridista. Que viene empapado de información ambiental. Es un prodigio, algo muy conseguido, como el que aplaudía a quien le encerraba. Si el antimadridismo es sistémico (el negocio del fútbol es Madrid vs Antimadrid) el madridista así es doblemente sistémico, por madridista y por antimadridista epidérmico. Es lo requetesistémico. Es del Madrid y, además, comulga con el discurso antimadrid. Es lo que en su día llamamos pipero, luego el madridista antimouriñista, el del señorío, y ahora es el que no admite a Vinicius. Un moderado del fútbol. Muy madridista, pero muy moderadamente.


Vinicius es consecuencia de una crisis. El Madrid-Barça ya no vende tanto como el Madrid-Antimadrid y Vini lucha (hasta que Yamal sea lo que promete) contra sí mismo, o, como mucho, contra sus compañeros en el Madrid. El debate sobre Vinicius parece una actualización de las querellas taurinas entre Joselito y Belmonte, polémicas así. Pero no hay rivalidad, dualidad. Vinicius no rivaliza contra otro, es Vinicius contra el Ecosistema del fútbol español. Vinicius contra lo que vomita a Vinicius. Parece decir algo de nosotros. Un espectáculo que, en gran parte, consiste en la negación, un ser contra un no-ser, algo contra su rechazo. El fútbol español deviene en esto. ¿No es raro que de una antítesis se haga un espectáculo? No es realmente una rivalidad, sino una contradicción. No un A contra B, sino un A contra No A.


Eso se encarna en Vinicius, se debate en Vinicius.


Y es algo feo. Parece un jugador contra el león del coliseo. Algo que a cualquier persona sensible le ha de parecer desagradable, tan malo como el propio racismo. O dicho de otra forma: no había que llegar al horrendo episodio del «mono, mono», ya era suficientemente malo el odio sin causa a un joven futbolista. Un debate que consiste en, de un lado, un joven muchacho que regatea, dribla, burla, corre, se equivoca (muchísimo) y lo intenta n+1 veces y, por otro lado, sus odiadores y negadores, que cargan sobre él un rencor de más de un siglo ya. ¿Quién es aquí lo woke? ¿Qué es más estructuralmente woke? ¿Qué minoría revanchista busca un sistema de compensación mediante la personificación de un agravio?


El debate Vinicius contra los otros es un instante nacional, un pequeño souvenir de aquí. Como un imán de paella, como una mini plaza de toros o una flamenca. Pero en cruel. Un turista que viniese, un aficionado que lo vea desde fuera, se podría llevar la peor imagen de nosotros. Es un retrato de un país a menudo insoportable, lleno de gente que parece no escuchar ya lo que sale de su boca.


(Nota final del autor al improbable lector que milagrosamente, como en slalom de Vinicius, haya llegado hasta aquí: soy periodista o plumilla antes que madridista, y anti-antimadridista antes que madridista, pero lo que veo no lo veo por madridista. Es por verlo que soy madridista).



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