lunes, 31 de julio de 2023

Borrón y cuenta nueva

Kleksografía de Kerner

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    Jaume Sisa fue un cantautor catalán que en los 70 se hizo un hueco con una letanía insoportable, “Qualsevol nit pot sortir el sol” (Cualquier noche puede salir el sol), que saludaba en la lengua de Martí y Poll, el poeta de cabecera de Guardiola, a los héroes de su infancia: “Hola Jaimito! Donya Urraca! i en Carpanta i Barba Azul. / I Frankenstein i l’Home Llop, el Compte Dràcula i Tarzán, / la mona chita i Peter Pan. / La senyoreta Marieta de l’ull viu ve amb un soldat, / els Reis d’Orient, Papà Noël, el Pato Donald i en Pasqual / la Pepa Maca i Superman…” Luego Jaume Sisa creció, se aburrió de localismo y se autoexilió en Madrid bajo el nombre de Ricardo Solfa, donde un día Ana Botella se despertó alcaldesa y habló de encargar a Solfa un himno pepero, y Solfa se volvió corriendo a Barcelona.


    Todos los años por estas fechas, vísperas de la temporada de fútbol, el tabarrón de Sisa le devuelve a uno a la cabeza ese desfile de personajes como de dibujos animados, Rubiales, Tebas, Laportas, Cantalejos, que no son ni de la Disney ni de la Warner ni de la Hanna-Barbera…, porque son tan nuestros que son incomparables.


    Arrancamos la temporada con el borrón, al fondo, de los pagos arbitrales del Barcelona, que es como Pedro Sánchez, en campaña electoral, y que vive del partido socialista de Cataluña, se ha referido al asunto. Ese asunto es un borrón, pero es un borrón y cuenta nueva. Como todas las cosas que nos vienen del País de Nunca Jamás de Guardiola. ¡Ah, la kleksografía!


    La kleksografía sería la doctrina Griñán aplicada al fútbol. La inventó un poeta romántico alemán, Justinus Kerner, que también era médico: a partir de imágenes formadas sobre manchas de tinta, Kerner compuso poemas que las identificaban como emisores del inframundo. O sea, que esos audios que se filtran a los medios con voces de inframundo serían las kleksografías del fútbol español. El gran Ramón (Gómez de la Serna, para los nuevos) las cultivó con arte y gusto, aunque no sé yo si oyendo a Cantalejo hubiera llegado a escribir que “los borrones son como crisálidas de lo impensado”.


    –¿Y a usted qué le parece que lo del Barcelona…? –preguntaron al que era presidente del gobierno.


    –Es un borrón, “y la casualidad es siempre la que debe guiarnos al añadir las patujas o los cuernos o las narices al borrón” (el entrecomillado es ramoniano).


    Luego preguntaron al que aspiraba al sillón del presidente del gobierno, que se mostró durísimo:


    –Se han sembrado muchas dudas y el Barça ha sufrido una erosión muy dura, al igual que el colectivo arbitral. Me alegro de que el club no haya sido sancionado.


    Es el Consenso del fútbol español, donde todos somos hermanos, aunque la hacienda esté muy mal repartida. Ante esta injusticia, el gallego que se postula para guiar a España en esta hora incierta (¡no sabemos si viene o no viene Mbappé!) hace su declaración definitiva: “No descarto hacer lo que hizo Macron con Mbappé”.
    Y así como el centurión romano, viendo la manera en que expiró el Señor, dijo: “En verdad este hombre era Hijo de Dios”, nosotros, viendo la manera en que el candidato a presidente piensa ejercer el presidencialismo con la figura del PSG, tenemos que decir: “Este gallego es como el toro que Djokovic vio en Alcaraz”, pues todo el mundo sabe que en Wimbledon el tenista serbio declaró que el tenista murciano “tiene esa mentalidad de toro español”.


    –Hombre, que los españoles somos toros ya lo decía Estrabón –nos corregirá algún duende de la historia por quitarle mérito a Nole.


    Pero Estrabón no dijo eso, pues se limitó a compararnos con una piel, no de toro, sino de buey, controversia que no lleva a ningún lado, ni siquiera a la de Mourinho con lo del perro y el gato (“Si no tienes un perro para ir a cazar y tienes un gato, pues vas con el gato, porque solo no puedes ir”.) Es más, nuestro animal totémico no es el toro, sino el conejo: Hispania, I-shepham-in, costa o isla de los conejos.


    –Nadal merece un homenaje de Estado –ha dicho Feijoo, que tiene del Estado la misma idea que Elola-Olaso, es decir, todo en el Estado, todo para el Estado, nada fuera del Estado.


    ¿Un desfile militar? ¿Una raqueta en forma de Leviatán? ¿Una libreta de cotizaciones para la pensión máxima? ¿Una piel de toro/conejo para la entrada del chalet? ¿Un contrato como el de Almeida con el Atleti? Los muy cafeteros pedirían para Nadal la presidencia del Real Madrid, honor que ahora recae en Pirri, pero para que ese homenaje fuera de naturaleza estatal, como reclama Feijoo, habría que nacionalizar al Real Madrid, algo, por cierto, que Feijoo no descarta, teniendo en cuenta que él no descarta hacer con Mbappé lo mismo que hizo Macron. Porque el Madrid no es el Estado.


    –El club estado español, que es lo mismo que decir el club estado madrileño, porque España, hoy, es Madrid y poco más, cosas del chovinismo castellano –es la fórmula jurisprudencial de la acreditada politología culé.



JOAO CULÉ


    Esbelto como un Pegaso, Joao Félix apuntaba alto cuando vino a España, pero Simeone enseguida lo convirtió en un Pegaso atado a un arado, destinándolo al penoso marcaje de los carrileros contrarios. Luego, para su reeducación, lo enviaron al Chelsea de Lampard, de donde el portugués ha vuelto diciendo que quiere jugar en el Barcelona. Éste fue el drama de muchas familias-bien en los años 70.

 

[Lunes, 24 de Julio]

Lunes, 31 de Julio

 


Si tú eres el salto del viento

domingo, 30 de julio de 2023

Iceta


Azorín



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    Iceta parece el Don Julián de Goytisolo en una comedia de Saza. Tras de leerse la Constitución del 78, cosa que no ha hecho ninguno de nuestros constitucionalistas profesionales, dice haber encontrado en ella lo menos ocho naciones, tres más que los Cinco Reinos de España acuñados por Menéndez Pidal, lo cual, más que un caballo, es el Séptimo de Caballería de Troya alojado en una Constitución que pone las Partes por delante del Todo (ni Abril ni Guerra eran lectores de Aristóteles), y todo para que Iceta pudiera hablar hoy de una nación de naciones.
    
Las he contado. Según los Estatutos de Autonomía, son ocho naciones, y si sumamos el preámbulo de Navarra, nueve. Los Estatutos de Galicia, Aragón, Valencia, Baleares, Canarias, Andalucía, País Vasco y Cataluña dicen que son nacionalidades históricas.
    
¿Qué es una nación? La socialdemocracia supone acabar con las definiciones, y España es Europa y Europa, ay, es una socialdemocracia en ruinas.

    Nación de naciones es lo que en el 18, y en elogio del federalismo americano, dijo Azorín (“¿De qué manera esta nación o federación de naciones se ha determinado a intervenir en los asuntos de Europa?”), seguramente inspirado en Walt Whitman (“Here is not merely a nation but a teeming nation of nations…”), pero lo suyo era un mero recurso literario, sin ánimo de influir en la “Teoría de la Constitución” con que una década después fundaría Schmitt la ciencia constitucional.
   
 A Azorín le ha ocurrido con la nación de naciones lo que al gallo de Esculapio con Critón en el cuento de Clarín, con la atenuante, en el caso de Critón, de que estamos ante un tonto, mientras que en el caso de la metáfora de Azorín sólo hay jetas. En el cuento de Clarín, cuando los discípulos del maestro se disponen a cumplir el encargo, el gallo les recuerda que en Sócrates todo es ironía, mas el “mermao” de Critón pega una pedrada al gallo, que cae cantando:

    –¡Quiquiriquí! Cúmplase el destino. Hágase en mí según la voluntad de los imbéciles.
 

Segundos apuntes helénicos


MARTÍN-MIGUEL RUBIO ESTEBAN
Doctor en Filología Clásica


El Canal de Corinto supuso la realización del sueño de Nerón, uniéndose así el mar Jónico, desde el istmo de Corinto, al gofo Sarónico del mar Egeo, sin tener que dar la vuelta a todo el Peloponeso en la ruta Bari-Atenas, o entre todas las ciudades del Adriático y las islas del Egeo, con un ahorro de casi 500 kilómetros. Un canal de siete kilómetros de longitud, como una profunda hendidura en la roca, que forma un río de purísima esmeralda de siete metros de anchura con ocho de profundidad, por el cual bien podría pasar una trirreme romana. Nerón es el gran patrono de las obras públicas, y es posible que los dioses vieran en su sueño una transgresión o contravención de las leyes de la naturaleza. Al fin y al cabo Zeus coloca los istmos, las islas y los mares como quiere, y es una impertinencia pecaminosa alterar su divina voluntad. Quizás por eso Nerón fue asesinado por quien tanto le amaba para no ser linchado por el populacho romano. Pero la maravillosa cinta verde que une el istmo de Corinto con el Golfo Sarónico, como una serpiente de agua entre farallones fantásticos, permanece ahí como una herida abierta a los dioses y una efemérides geológica delirante.
Las cabras de Micenas. Sube uno al poderoso baluarte del rey Agamémnon, el Atreidês wanax andrôn de Homero, tras cruzar las mochetas felinas del portón, guardianes de la Ciudad que me escrutan el alma, y antes de divisar los lejanos paisajes y el golfo de Patras, se topa uno con cabras blanquinegras, ramoneando tranquilas la montaña cargada de historia, que casi saben trepar por los muros de la fortaleza, rompecabezas de grandes piedras en hileras que responden a una fórmula matemática sexagesimal. Estoy seguro que los ancestros de estas cabras hesiódicas, además de dar leche, carne y piel para los escudos a los micénicos, les enseñaron también las danzas egipánicas. Agamenón, Egisto y Clitemnestra en tholos separados, aunque compartiendo el matrimonio real algún pasillo, como Ecclesia domestica. Todos estos lugares son los paraísos terrenales de las cabras, y es que al otro lado de un alto monte, con el parecido de un gigantesco ónphalos délfico, comienza la Arcadia, en la que se inventó el Juego de la Oca. Todo un juego iniciático para el peregrino, el eterno homo viator. Las cabras son los principales habitantes de este baluarte delirante. Y lo son por propios méritos. La Puerta de los Leones supone una bellísima mocheta en milenario relieve grandioso. Este tipo de mochetas todavía existen en nuestro país, como en los campos de Aliste, que también tienen su toque micénico, y tienen la función apotropaica de alejar mediante el miedo que suscitan fieras de los intermundia los posibles peligros que del inframundo puedan entrar en la ciudad con intención hostil. Los primeros ideogramas que descifraron Ventris y Chadwick –la escritura micénica no sólo tiene silabogramas– fueron los que representan a la oveja y a la cabra. Todo el mundo micénico huele a pastor de Aliste. Baja uno como un viejo Pílades a las cisternas de la gran ciudad de Micenas y oye todavía el rumor fresco de un agua telúrica con que lavaban su hermosísimo rostro las niñas Electra y Efigenia. Pero las manos de Tiestes no pueden estar limpias aún, aunque se hayan lavado más de tres mil años. Nos estremece la anamnesis del canibalismo. Pero hoy se vuelve a aquel canibalismo de niños. En el Museo de Micenas nos topamos con una réplica perfecta de la famosa máscara descubierta por Schliemann en la tumba de pozo V de la Ciudad y “reconocida” por él como el rostro de Agamenón. En la excitación de su descubrimiento, este Indiana Jones de la arqueología homérica, envió su famoso telegrama: “A su Majestad el Rey Jorge de los helenos, Atenas. Con gran alegría anuncio a Su Majestad que he descubierto las tumbas de Agamenón, Casandra, Eurimedón y todos sus compañeros”. Hacia el 1250 a. C. Micenas se había convertido posiblemente en el reino micénico más fuerte, en parte por sus ofensivas victoriosas y en parte con matrimonios con otras dinastías (al estilo del Matrimonio de Menelao en la casa real espartana). El gran arqueólogo Mylonas creyó que los gobernantes de Micenas habían conocido los elaborados y magníficos enterramientos de los faraones y sus nobles, y con su enorme riqueza trataron de imitarlos. Las mismas máscaras funerarias de oro, como la de Agamenón, y su puñal con incrustación en el que aparece una escena de gatos cazando a través de matas de papiro a orillas de un río son clara influencia egipcia. Las tumbas dan el último prestigio a sus muertos. Tampoco podemos olvidar que encontramos en Egipto cerámica micénica.

En Santorini, acompañados por los poemas de Yorgos Seferis, no se han respetado los sueños del gran Spyridón Marinatos. Se expulsan de la islas a los pobres isleños pescadores para levantar en sus solares abandonados, y adquiridos por pocos dracmas, la horrísona uniformidad de casas paridas por los listillos Kapsimalis de turno, que ignoran la arquitectura minoica aunque aparenten versionarla y tratan de sustituirla con fea barbarie. No pude encontrar en Santorini a nadie nacido en Santorini, una isla griega sin griegos, lo mismo que el centro de Madrid ya no tiene hoy madrileños. Oia es un vómito babilonio sin los jardines de Nino y Semíramis. Marinatos se equivocó sin duda en apoyar el golpe de los coroneles, pero acertó de pleno, por desgracia, sobre lo que le iba a ocurrir a su isla querida. Encomendamos con epíclesis a Marinatos el futuro de la isla. Grecia no ha podido sacudirse hoy sus derrotas en Magnesia y Pidna. Desde la isla minoica cuyo volcán arrasó todo el Mediterráneo volvemos a España en una noche de muchas incertidumbres políticas. No es menos dar a las cosas su Naturaleza primera que cambiársela, decía San Ambrosio. ¿Quién será nuestro wanax en los próximos cuatro años? Se puede salir de Guatemala para caer en Guatepeor, cosa que nos parece casi imposible, la verdad. La libertad de decidir políticamente hace del hombre un sujeto moral. Pero estas elecciones ni siquiera entrañan una decisión política. Aquí no hay sindéresis.

[El Imparcial]

Domingo, 30 de Julio

 

 

El collar de la paloma

Saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes

DOMINGO, 30 DE JULIO

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

-El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran. Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis bien todo esto?


Ellos le contestaron: «Sí.» Él les dijo:

 

-Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.


Mateo 13, 44-52

sábado, 29 de julio de 2023

Berkeley





Ignacio Ruiz Quintano
Abc

La Universidad de Berkeley lleva el nombre del obispo irlandés que negó la existencia de la materia, filosofía en la que el psicoanálisis ve “la expresión de la misma analidad inconsciente que le causó, en lo físico, el sufrir de colitis”.

El obispo negaba la materia, y la Universidad, que acredita enorme reputación científica (“madre” de todas las bombas –Oppenheimer, Teller– y de casi un centenar de premios Nobel), niega las libertades de pensamiento y de expresión para imponer un leninismo comprado en los chinos, fuera del cual sólo hay… fascismo y machismo. Como la Complutense.
En su viaje a Moscú, De los Ríos, suave como un pepero de Embassy, quiso saber cuándo la dictadura del proletariado daría paso a la plena libertad en Rusia, y Lenin (hablaban en francés) le contestó:

El período será muy largo, 40 o 50 años. Pero el problema, para nosotros, no es de libertad, y siempre replicamos: ¿Libertad? ¿Con qué propósito?
Sin renunciar a los fondos públicos, el matonismo pijo de Berkeley, que recibe a Vicente Fox, El Botas, como si fuera José Vasconcelos, ha impedido (violentamente) hablar en su campus al “giocondo” Milo Yiannopoulos, por trumpiano (en España, para los franquistas del 78, “trumpiano” es igual que “facha”), y a la columnista independiente (ésta sí se gasta las pelotas que exigía Montanelli para la eclosión de una independencia) Ann Coulter.
La enfermedad infantil del comunismo es la enfermedad infantil de la Universidad. Berkeley’17 es el epígono de Princeton’65, con Tom Wolfe en una mesa redonda con Günter Grass perorando sobre el tema… del fascismo en América (entonces Johnson, como ahora Trump)…
Llevo aquí una hora mirando las puertas –dijo Grass, en inglés–. Estáis hablando de fascismo y de represión policial. En Alemania, hace ya rato que habrían entrado por esas puertas. Aquí deben de ser muy lentos.
Traducción wolfiana: “¡Intelectuales (hoy, pijos) americanos, necesitáis tan desesperadamente sentiros perseguidos!...”

Tom Wolfe

Juan Donoso Cortés, un pensador español famoso en Europa y Occidente



Arnaud Imatz

 

La Comunidad de Madrid ha conmemorado el 170 aniversario de la muerte de Juan Donoso Cortés (1853-2023) con la publicación de un catálogo virtual titulado «Donoso»[1]. Se trata de un interesante recorrido por la vida y obra del Marqués de Valdegamas, secretario personal de la Reina y posterior Regente, María Cristina de Borbón y de su hija, la Reina Isabel II, y destacado político, filósofo y escritor reconocido y celebrado en toda Europa y Occidente. Desde su prematura muerte a la edad de cuarenta y cuatro años, el interés que despertó en los círculos intelectuales y académicos del mundo nunca ha decaído. Son innumerables los artículos y libros que se le han dedicado.   

El pensador español más europeo del siglo XIX 


Juan Donoso Cortés fue un estadista fiable, un diplomático fino y eficaz, un orador elocuente y admirado, un escritor de pluma elegante y fácil, y un filósofo y teólogo de prestigio[2]. Su fe cristiana y su amor a España le convirtieron en el más español de su tiempo. Pero, paradójicamente, su genio, sus firmes convicciones religiosas y su profundo apego a la nación y la cultura españolas le convirtieron también en el español más europeo del siglo XIX y quizá de los dos últimos siglos.   

Donoso Cortés alcanzó una considerable popularidad europea en muy poco tiempo. Su «europeidad» comenzó en 1849. Nunca antes ni después ningún pensador político español había causado tanta sensación, tanta emoción en el extranjero. Muchos intelectuales españoles han sido tan famosos como él, o incluso más, pero ninguno ha sacudido tan rápida y profundamente la opinión de la intelectualidad europea.

Donoso irrumpió en la escena europea con su Discurso sobre la Dictadura y su Discurso sobre la Situación de Europa. Sus artículos, discursos y ensayos se tradujeron inmediatamente al francés, italiano y alemán. Fueron amplia y apasionadamente debatidos y juzgados. El historiador Leopold von Ranke y el filósofo Friedrich Schelling los comentaron, el estadista austriaco Klemens von Metternich los elogió, el rey Federico Guillermo IV de Prusia y muy probablemente el zar ruso Nicolás II los leyeron y ponderaron. Donoso gozó de la confianza y la estima del presidente francés y, más tarde, del Emperador Luis Napoleón III. Fue consultado por él sobre los temas más candentes de la época. Prácticamente todos los autores de su época, cualquiera que fuera su tendencia, mencionaban, discutían o juzgaban las obras donosianas. Cometa brillante y efímero, Donoso Cortés murió en 1853, apenas cuatro años después de alcanzar la cima de su fama.   

A este éxito fulgurante siguió un periodo de relativa oscuridad. En España, el silencio no fue total, gracias a las ediciones de sus obras realizadas por Gabino Tejado y Juan Manuel Orti y Lara. De hecho, las obras de Donoso se publicaron con relativa regularidad (cada 15 ó 20 años). Pero en el resto de Europa, el Marqués de Valdegamas fue olvidado e ignorado durante décadas (casi 70 años).   

Cómo Europa redescubrió a Donoso Cortés


La iniciativa de redescubrir a Donoso Cortés partió principalmente de tres autores alemanes. El primero en interesarse por Donoso fue el jurista Carl Schmitt. Empezó a analizar la filosofía política de Donoso en 1922 y publicó varios artículos sobre el tema en la revista Hochland entre 1927 y 1929. En mayo de 1944, Schmitt pronunció una conferencia en la Academia de Jurisprudencia de Madrid. Posteriormente recopiló todos sus trabajos en el libro Interpretación europea de Donoso Cortés, publicado en Colonia en 1950 y en Madrid en 1952. Pero muy pronto, ya en 1936, Ramón de la Serna había traducido la obra de Edmund Schramm Donoso Cortés. Su vida y su pensamiento. Y en 1940, Dietmar Westmeyer publicó Donoso Cortés, Staatsmann und Theologe (traducido al español en 1957 como Donoso Cortés, estadista y teólogo).

Decenas de autores han comentado la obra del diplomático extremeño, entre ellos Azorín, Pemán, Pemartín, Lopez-Amo, Legaz Lacambra, Elías de Tejada, Vegas Latapie, Yanguas Messía, Galindo Herrero, Juretschke, Valverde y Federico Suárez. En el extranjero, el interés disminuyó temporalmente en la inmediata posguerra mundial, pero no se extinguió. Basta echar un vistazo a la bibliografía para convencerse de ello. Entre los autores que han dedicado ensayos y libros al marqués de Valdegamas y a su obra figuran los siguientes: en Italia, Primo Siena (1966), Giovanni Allegra (1972) y Rino Cammirelli (1998); en Argentina, Alberto Caturelli (1958); en Chile, Gonzalo Larios Mengotti (2003); en Estados Unidos, John Graham (1974), Frederick Wilhelmsen (1989) y Vincent MacNamara (1991); en Alemania, Günter Maschke (1989 y 1996); en Francia, Jules Chaix Ruy (1956) y André Coyné (1989). También en Francia he prologado y reeditado el Ensayo sobre catolicismo, liberalismo y socialismo (1986), e introducido y anotado una antología de textos Juan Donoso Cortés, Théologie de l’histoire et crise de civilisation (2013), publicado en España con el título Contra el liberalismo (2014).

Motivos de odio y admiración 

 
El insulto o el silencio fueron las armas predilectas utilizadas contra Donoso tanto en vida como tras su muerte. El jurista Carl Schmitt decía que el odio hacia él no debía confundirse con la hostilidad normal inherente a la lucha política. Vinculada a la racionalidad e idiosincrasia de Donoso, esta aversión se basa en motivos profundos y metafísicos.

Donoso fue a su vez diputado, embajador, ministro plenipotenciario y secretario particular de la Reina. Fue condecorado con la Gran Cruz de Isabel la Católica, honrado con el título de Marqués de Valdegamas y elevado al grado de Gran Oficial de la Legión de Honor por Francia. Dicho esto, fue ante todo un católico que vivió una vida ejemplar. Esto era demasiado para sus adversarios. No podían soportar que un hombre así desafiara su pretensión de poseer la clave para interpretar el sentido de la historia, el monopolio de la inteligencia y la cultura. Por supuesto, hubieran preferido que las trágicas predicciones de Donoso fueran los desvaríos de un romántico o de un loco, de un autodidacta o de un primitivo. La voz de un ermitaño o de un monje no habría tenido el mismo impacto ni el mismo eco. Pero frente a Donoso, el desprecio o la indulgencia benévola estaban fuera de lugar: era demasiado inteligente y tenía demasiado peso.

El pensamiento dominante o, como se dice hoy, el «pensamiento único» o «políticamente correcto», sigue juzgando sus ideas como anticuadas y pasadas de moda. Prefieren ignorarlas, menospreciarlas o caricaturizarlas. Pero la historia le ha dado en gran parte la razón. No se puede negar la actualidad de un pensamiento que asesta un golpe mortal a la filosofía progresista de la historia. No se puede negar el interés de una obra que, ya en el siglo XIX, vaticinaba el advenimiento de un gigantesco despotismo, obsesión de muchos pensadores prestigiosos del siglo XX. Tampoco es posible negar la clarividencia de un hombre capaz de prever y anunciar, en pleno zarismo, el papel de Rusia en la revolución comunista y el océano de sangre en que iba a sumirse Europa durante más de cien años después de la revolución de 1848.

Las tres etapas del pensamiento de Donoso Cortés


En general, la atención de los comentaristas políticos se centra en el católico tradicionalista, el Donoso Cortés del último periodo. Se trata de una actitud lógica, ya que fue entonces cuando su pensamiento alcanzó su plenitud y madurez. Pero lo cierto es que Donoso no surgió de la nada. Sin una lectura atenta de las obras que siguieron a lo que él llamó su «conversión», no puede entenderse su actitud intelectual definitiva, pero quienes se limitan a este enfoque corren el riesgo de llegar a falsas interpretaciones.

Hubo tres fases en la trayectoria política de Donoso. La primera es la fase liberal-moderada (de 1832 a 1836). Fue una fase racionalista, en la que proclamó la supremacía de la inteligencia y la razón y criticó tanto a los revolucionarios liberales como a los «fanáticos» tradicionalistas que apoyaban al pretendiente carlista Don Carlos. Fue el periodo en que defendió los intereses de las clases medias, denunciando tanto el despotismo oriental como el abismo de la democracia tumultuaria. Fue también el periodo en el que alabó a Lutero, el «regenerador, el intérprete de la razón humana», y saludó al «genio de la magnífica Revolución Francesa». La segunda etapa fue la conservadora-liberal (de 1837 a 1847). Fue una etapa de reconocimiento del co-imperio de la razón y la fe, o más bien de la necesidad de que la razón invoque el apoyo de la fe si no quiere sucumbir. Es una etapa marcada por el intento de reconciliar catolicismo y filosofía; de acercar la Iglesia al mundo, no el mundo a la Iglesia. Tras cantar el himno a la Revolución Francesa, Donoso la definió como el último «descarrilamiento de la razón humana». Ya no defendía la monarquía de la clase media, sino la monarquía encargada de los intereses comunes o colectivos. Espíritu ecléctico, trató de conciliar fe y religión, pero ya no creía en el principio de la perfectibilidad indefinida de la sociedad y del hombre. Por último, la tercera etapa fue la estrictamente católica y tradicionalista (de 1847 a 1853).

Lo que Donoso llamó su «conversión» no fue el resultado de una iluminación repentina. Fue el resultado de un proceso lento. Se lo explicó a su amigo, escritor y traductor francés, Albéric de Blanche Raffin (que también fue traductor al francés de Jaime Balmes): «Yo siempre fui creyente en lo íntimo de mi alma; pero mi fe era estéril, porque ni gobernaba mis pensamientos, ni inspiraba mis discursos, ni guiaba mis acciones»[3]. Sus convicciones religiosas fueron sofocadas durante muchos años, reprimidas por las numerosas lecturas de obras francesas que seguían a las de los autores clásicos grecolatinos. Influido por las ideas del poeta liberal Manuel José Quintana, Donoso devoró primero a Rousseau, Montaigne, Voltaire, Condorcet, Condillac, Destutt de Tracy, Maquiavelo, Hobbes, Locke, los enciclopedistas… Luego, durante muchos años, se nutrió de doctrinarios liberales como Mme de Staël, Benjamin Constant, Pierre Royer-Collard, Victor Cousin, el duque de Broglie, François Guizot y Charles de Rémuzat.

Durante años, las principales fuentes que inspiraron su pensamiento fueron francesas, aunque obviamente filtradas por las particularidades de su estilo y su genio. Las lecturas de los doctrinarios liberales del siglo XIX seguirían las de los clásicos de la Ilustración. Pero los contrarrevolucionarios franceses Bonald y Maistre, y los conservadores románticos Lamartine y Chateaubriand también influyeron en el pensamiento del diplomático extremeño, probablemente mucho antes de lo que se cree.

Donoso Cortés, Chateaubriand y la crème de la crème de la intelectualidad francesa

 
El segundo Chateaubriand, el católico-conservador que soñaba con reconciliar el Antiguo Régimen y la Revolución, sintonizaba perfectamente con el segundo Donoso. Es probable que antes de escribir el Ensayo, Donoso no tuviera tiempo de leer Mémoires d’outre-tombe, la obra maestra de Chateaubriand publicada en 1848 y 1850. Pero es seguro que conocía el resto de su obra. ¿Influyó Chateaubriand en Donoso? ¿En qué medida? Sólo una cosa es cierta, y es que el marqués de Valdegamas conocía a todas las figuras de la intelectualidad católica francesa de la época, a las que frecuentaba en París sobre todo en el salón literario de Madame Swetchine.

Sophie Jeanne Saymonof Swetchine era la esposa de un general ruso. En su juventud había sido dama de compañía de la emperatriz rusa. Ortodoxa rusa, se convirtió al catolicismo a los 33 años por influencia de Joseph de Maistre. En el momento de su exilio forzoso en Francia (debido a su conversión al catolicismo), Joseph de Maistre la recomendó a Louis de Bonald, la otra gran figura del tradicionalismo francés. Durante 40 años, Madame Swetchine dirigió un reputado salón literario. Por él pasaron Chateaubriand, Cousin, Lacordaire, Montalembert, Félix Dupanloup, Armand de Melun, Alexis de Tocqueville, Augustin Cochin… en resumen, la crème de la crème del catolicismo intelectual parisino. Y, por supuesto, entre ellos estaba el diplomático Juan Donoso Cortés. Algunos han llegado a afirmar que la influencia de Donoso y de su amiga Swetchine ayudó a Tocqueville a reavivar su fe cristiana, adormecida durante mucho tiempo. ¿Quién influyó más en los demás? Es imposible saberlo. Lo que sí sabemos es que en este salón literario se intercambiaban ideas y opiniones sobre los temas más diversos, y que la presencia de Donoso era muy apreciada.  

1847: la conversión de Donoso Cortés

 
Pero volvamos a la «conversión» del marqués de Valdegamas. En París, conoce al célebre compositor y pianista Santiago Masarnau y Torres, hombre excepcional cuya vida y actitud cristiana le impresionan. Músico romántico y liberal, Masarnau se había convertido al catolicismo en 1838. La muerte de la mujer y la hija de un amigo, en circunstancias muy parecidas a las de su propia mujer e hija, doce años antes, también le hizo reflexionar sobre el sentido de la vida. Pero el acontecimiento decisivo que cambió radicalmente la vida de Donoso fue la agonía y muerte de su hermano Pedro, y no, como a menudo se ha dicho y escrito, la revolución de 1848. Él mismo lo dijo en una carta de 28 de julio de 1849 al marqués de Raffin.

En el momento de su «conversión», a principios del verano de 1847, Donoso tenía treinta y ocho años, una edad en la que las personas son claramente conscientes de sus decisiones y actos. Esta «conversión» precedió en unos meses a su tumultuosa aparición en la escena europea a raíz de su Discurso sobre la dictadura del 4 de enero de 1949. En España, y quizá más aún en el extranjero, el éxito de esta notable pieza oratoria fue inmediato. Donoso luchaba entonces frontalmente contra las opiniones que había defendido. Realizó afirmaciones que fueron consideradas escandalosas por los adoradores del progreso. Donoso negaba la premisa fundamental del liberalismo: todo por y para la libertad. Por el contrario, sostenía que la libertad había llegado a su fin, que la lucha no era entre la libertad y la tiranía, sino entre la dictadura de arriba y la dictadura de abajo, entre la dictadura de la revolución y la dictadura de la autoridad. Desarrolló el famoso paralelismo entre los dos frenos, las dos represiones, la represión política y la represión religiosa. “Señores, no hay más que dos represiones posibles: una interior y otra exterior, la religiosa y la política. Éstas son de tal naturaleza que, cuando el termómetro religioso está subido, el termómetro de la represión está bajo, y cuando el termómetro religioso está bajo, el termómetro político, la represión política, la tiranía, está alta. Ésta es una ley de la humanidad, una ley de la Historia”[4].  

Evidentemente, no se trata de una simple defensa de la dictadura: nadie elegiría arrodillarse ante la dictadura si pudiera abrazar la libertad. No se trata de eso. No se trata de elegir entre libertad y dictadura, sino entre dos dictaduras. Cuanto más se debilita la religión entre los hombres, dice Donoso, mayor es el poder del Estado sobre ellos: «El mundo, señores, camina con pasos rapidísimos a la constitución de un despotismo, el más gigantesco y asolador de que hay memoria en los hombres»[…]. «Señores: las vías están preparadas para un tirano gigantesco, colosal, universal, inmenso; todo está preparado para ello
» [5]. Donoso reafirma que la naturaleza humana no es buena ni perversa, sino sólo caída, y reitera la importancia del dogma católico del pecado original. Para él, no hay lugar para la duda: sólo los pueblos profundamente religiosos son auténticamente libres. La religión es la base sobre la que descansa toda gran cultura. «La religión es la clave de la historia», diría más tarde Lord Acton.

Donoso: ¿teórico de la dictadura, decisionista o jusnaturalista?

 
No cabe duda de que, para Donoso, la dictadura no es la forma ideal de gobierno en todo tiempo y lugar; es sólo un recurso supremo en situaciones de emergencia: es el mal menor. No diría otra cosa el teórico republicano-liberal de la dictadura, Joaquín Costa. Donoso ya había aludido a la cuestión de la dictadura en sus Conferencias de Derecho Político de 1837. La dictadura de Donoso no es «comisoria» o «delegada», según la tipología de Schmitt, sino «soberana», porque marca el inicio de una nueva etapa en el derecho. El enfoque de Donoso no es jurídico ni sociológico, sino empírico. Dicho esto, su perspectiva ética última, la del iusnaturalismo, permanece. Por eso la interpretación de Schmitt, erudita, fina y brillante, es discutible. Schmitt ve en Donoso una mente cercana a la suya; por eso busca apropiárselo interpretándolo en términos decisionistas. Pero Donoso no es ni un teórico del decisionismo ni un teórico de la dictadura. Hay una constante en él: su desconfianza hacia la voluntad. En su primera etapa, Donoso subordinó la voluntad a la inteligencia; en su última etapa, la subordinó a Dios y a los Evangelios. Donoso defendió el derecho natural, el orden divino, como hicieron los grandes juristas españoles del siglo XVI. Para él, la ley, antes que un acto de la voluntad soberana, es «el orden establecido por Dios en principio».

La teología política clásica del católico Donoso debe distinguirse cuidadosamente de la antropología política moderna del jurista, también católico, Carl Schmitt. Pero por otra parte, tiene razón el prestigioso jurista y politólogo alemán cuando, en un plano retórico y literario, afirma, no sin un toque de provocación: «Siendo un sexagenario y después de todas las experiencias que he tenido de hombres, libros, discursos, posiciones y situaciones, no me avergüenzo hoy de afirmar que el gran discurso de Donoso sobre la dictadura, del 4 de enero de 1849, es el más magnífico de la literatura universal, sin exceptuar a Pericles, Demóstenes, Cicerón, Mirabeau o Burke»[6].

El 6 de noviembre de 1848, el marqués de Valdegamas fue nombrado embajador extraordinario y ministro plenipotenciario de España en Berlín. En febrero de 1849, abandona Madrid vía París para ocupar su puesto en Prusia. Ya era famoso. Su Discurso sobre la dictadura fue traducido y publicado en Francia en L’Univers por su amigo y editor Louis Veuillot y en varios periódicos berlineses. Fue objeto de numerosos comentarios y críticas en la prensa europea. Una vez en Berlín, Donoso intercambió mucha correspondencia con otro amigo, el embajador prusiano en Madrid, el conde de Raczynski. También escribió cartas a la prensa en las que rechazaba la acusación de maniqueísmo. “¿Cuándo habría, pues, maniqueísmo? Le habría si yo hubiera dado a los estragos del mal una existencia independiente de la voluntad de Dios […] afirmando yo, por una parte, el triunfo natural del mal sobre el bien, y por otra, el triunfo sobrenatural de Dios sobre el mal, no hago otra cosa sino reducir a una fórmula breve y comprensiva los grandes principios del catolicismo, fundado todo él en la omnipotencia divina y la flaqueza humana»[7].  

Donoso es pesimista, pero no fatalista; ni resignado, ni vencido, ni desertor de la lucha. Ha perdido la fe en la filosofía progresista de la historia, en el optimismo de los sistemas que predican la felicidad futura de la humanidad, la sociedad paradisíaca hacia la que ineluctablemente conduce la historia de la humanidad; no cree en la ley de perfectibilidad y en el desarrollo progresivo del hombre y de la sociedad. Ha perdido la fe ciega en el hombre porque ha encontrado la fe absoluta en Dios. «Y no se me diga que, si el vencimiento es seguro, la lucha es excusada», escribe en una carta al conde Charles Montalembert, “porque, en primer lugar, la lucha puede aplazar la catástrofe y, en segundo lugar, la lucha es un deber y no una especulación para los que preciamos de católicos»[8]. Tal es el pesimismo trágico de Donoso.

1850: los discursos sobre la situación en Europa y en España


En 1850, Donoso atrae de nuevo la atención de Europa. El 30 de enero pronuncia su Discurso sobre la situación general de Europa, que es inmediatamente traducido y publicado en periódicos alemanes, belgas, franceses e italianos. En París circuló una edición en folleto, con una tirada de más de 14.000 ejemplares.

Cima de la elocuencia donosiana, el Discurso sobre Europa contiene una crítica mordaz del economismo. Donoso niega que los verdaderos estadistas de la historia, los fundadores de imperios, naciones y civilizaciones, se hayan basado nunca en la verdad económica. «[…] todos —dice— han fundado las naciones sobre la base de la verdad social, sobre la base de la verdad religiosa. Y esto no es decir (pues yo preveo los argumentos y salgo delante de ellos), no es decir que yo crea que los gobiernos hayan de descuidar la cuestión económica, que yo crea que los pueblos hayan de ser mal administrados. Señores, ¿tan falto estoy de razón, tan falto de corazón, que pueda dejarme llevar de semejante extravío? No digo eso; pero digo que cada cuestión debe estar en su lugar, y el lugar de estas cuestiones es el tercero o cuarto, y no el primero; eso digo»[9].

Donoso afirma y proclama que «el remedio radical contra la revolución y el socialismo no es más que el catolicismo, porque el catolicismo es la única doctrina que es su contradicción absoluta»[10].  En este Discurso sobre Europa, encontramos la extraña profecía de que la revolución tendrá lugar en San Petersburgo y no en Londres, y visiones premonitorias del futuro de Rusia y de los sangrientos acontecimientos que asolarán Europa. Habiendo conquistado Europa, decía, Rusia pronto caería también en la decadencia. Resumamos la tesis de Donoso: al pretender construir sistemas al margen o en contra del orden divino, los hombres desencadenan inevitablemente la mayor catástrofe, el caos definitivo, el despotismo gigantesco, la tiranía absoluta.

Criticado y despreciado por «sus visiones catastrofistas y apocalípticas», Donoso replica el 11 de abril de 1850 en una carta a Louis Veuillot: «[…] debo protestar, y protesto, contra la idea de que se me coloque entre los que ven el porvenir. Yo no he cometido la temeridad de anunciar la última catástrofe del mundo. No he hecho otra cosa sino decir en alta voz lo que todo el mundo dice por lo bajo; he dicho que las cosas del mundo llevan hoy muy mal camino, y que, si prosiguen en la misma dirección, iremos irremediablemente a dar en un cataclismo. El hombre puede salvarse, ¿quién lo duda? Pero es a condición de que así lo quiera, y me parece que no lo quiere; y no queriendo salvarse el hombre, Dios no le salvara, a pesar suyo»[11]. En realidad, los adversarios de Donoso no soportaban verle proclamar sin reserva que prefería la ley cristiana del amor a cualquier otro ideal humano.

Adelantándose a su tiempo, Donoso percibió el peligro del clero «progresista», para el que la Iglesia debía adaptarse, modificar su discurso para ser más «humanista» y ceder ante los tiempos y las circunstancias. En una carta a François Christophe Kellermann, tercer duque de Valmy, fechada el 20 de julio de 1850, se lamentaba: «Confesaré a usted francamente que me causa espanto ver el camino por donde ha echado cierta parte del clero francés. […] ¿Cómo no ven esos desgraciados que por este camino se va forzosamente a parar a una catástrofe? […] ¿Cómo se oculta a esos sacerdotes de quienes voy hablando que, al aconsejar a la Iglesia que desconozca a sus fieles y que se avergüence de sus amigos, no hacen otra cosa sino aconsejarla que cometa aquel gran pecado del avergonzamiento y de la ingratitud? Podrá ser éste quizá el consejo de la prudencia humana; pero la prudencia humana es a veces bien mezquina y bien imprudente»[12].

El posterior Discurso sobre la situación de España del 30 de diciembre de 1850 es una terrible diatriba contra el liberalismo, el oportunismo y la corrupción de la clase media y sus representantes. Contiene también una crítica mordaz al centralismo, una acusación a la prensa y al periodismo en manos de los ricos, y una denuncia de la confiscación de la libertad por los partidos. «Gobernar, dice, no es servirse, sino servir…».

Para Donoso, el orden material no es nada sin el orden moral. La burguesía, «clase discutidora», le parecía incapaz de hacer frente a una época de luchas sociales exacerbadas...

Leer en La Gaceta de la Iberosfera



Hughes, Domingo González, Arnaud Imatz y el editor de este blog

viernes, 28 de julio de 2023

San Gerundio


San Gerundio de Itálica

 

Ignacio Ruiz Quintano

Abc


    El 25 de agosto, festividad de San Gerundio (fray Gerundio, el predicador del padre Isla, fue bautizado Gerundio por su padre, Antón Zotes, porque por un gerundio ganó en su pueblo un concurso escolar de preguntas), la Unión Europea establece oficialmente la censura de redes (Ley de Servicios Digitales, primera fase), según ha anunciado, meñique en alto, el pierrot de la Comisión, Thierry Breton.


    –Es una regulación preventiva. Todo estará estrictamente prohibido. Tenemos equipos. Cortaremos las redes. No es un Estado. ¡Es la ley! –perora el pierrot, que tiene algo de petigrís pelando una avellana.


    Suena a fascismo de pitiminí y lo es, pero ellos prefieren llamarlo “regulación preventiva”, es decir, censura liberalia, como la que por aquí defendía Benavente y denunciaba Camba: “En cuanto a su libertad (la de Benavente) para decir lo que quiere, mientras lo que usted quiera decir sea que tiene usted esa libertad, ¿a asunto de qué va usted a decírnoslo?”


    “No es el Estado, es la ley”, se escaquea el pierrot, impedido por los almidones de distinguir entre Constitución, garante del derecho de uno contra todos, y ley, garante del derecho de todos contra uno.


    –El mundo moral, y tal es el Estado, está lleno de bribones, de embusteros, de ladrones –se oye acotar, al fondo, a Max Stirner–. “¡Respeto a la ley!” es el cimiento del Estado.


    En su sublime igualdad, la ley prohíbe igualmente tanto a mendigos como a millonarios dormir bajo los puentes (Anatole France) y difundir mentiras en las redes (Thierry Breton), monopolio de los gobiernos, preocupados, no, desde luego, por las mentiras particulares de los públicos, sino por las verdades públicas de los particulares.

 
    –“Censura” evoca imágenes de burócratas soviéticos con el ceño fruncido que publican historias y encarcelan a disidentes. Hoy, tiene un comportamiento más amable, envuelto en eufemismos como “trabajar junto con nuestros socios para combatir la desinformación” –ha icho el candidato demócrata Kennedy en América, epicentro, hoy, de la censura occidental.


    En la libérrima Inglaterra, el “Reputation Committee” de un banco (el séptimo más antiguo del mundo) cerró la cuenta a Nigel Farage porque sus puntos de vista (Trump, guerra, vacunas) “no se alinean con nuestros valores”. El banco como director espiritual del depositante: esto no venía en “Camino”. Y tampoco en el libro del comunismo.


    ¿Y hacia dónde se dirige espiritualmente el mundo? El pasado no volverá. Y los profetas anuncian un porvenir más oscuro que el del poema de Jean Paul, y sin niños, sacrificados en el ara del sexo. El actor Jim Caviezel, activista contra el tráfico infantil, es ninguneado por el “mainstream” como el clérigo Sydney Smith cuando se oponía al tráfico de niños para limpiar chimeneas.


    –“Chicos pequeños para pequeños conductos” –era la frase, recuerda Barzun, que aparecía en las tarjetas que dejaban en la puerta los deshollinadores itinerantes.

 

[Viernes, 21 de Julio] 

En la muerte de Joaquín Martín de Sagarmínaga


  

José Ramón Márquez


Llega ahora mismo la noticia de que ha fallecido Joaquín Martín de Sagarmínaga, y la honda pena que produce su desaparición no puede tapar la evocación de su apasionada devoción por la música lírica, su desmesurada afición, seria y fundamentada, por la ópera, su exquisito amor por el ‘bel canto’, término que sin duda le habría hecho sonreír, que le proporcionó sus mejores momentos vitales.


Joaquín, bilbaíno de Madrid, podría haber sido un serio y fundamentado aficionado a los toros, pero optó por la lírica y a ella se entregó en cuerpo y alma. Podría haber sido un Peña y Goñi, publicando su reseña de la corrida en la Plaza Vieja con Frascuelo y toros de Pablo Romero y, acto seguido, su crítica del estreno de Lucia de Lamermoor, con Adelina Patti y Gayarre, pero el tiempo que le tocó vivir no era el apropiado, porque de alguna manera Joaquín fue un hombre fuera de su tiempo, un hombre del siglo XIX incrustado en un momento histórico que no era el suyo. Su bohemia (malgré lui), su pasión por la música y su peripecia vital le colocan fuera de la circulación en un siglo en el que casi todo le era ajeno y en el que sólo la música le hizo que todo lo que ocurría a su alrededor fuese soportable.


Su labor como crítico en la prestigiosa revista Scherzo no sirvió para que ningún editor de diarios se diera cuenta del conocimiento, el ingenio, la clara inteligencia y el sentido del humor de Martín de Sagarmínaga y le abriera las puertas de publicaciones en las que podría haber ejercido con suficiencia su magisterio. A cambio él dio a la imprenta, generosamente, su imprescindible “Diccionario de cantantes líricos españoles” (1997), obra fundamental en la que reúne la biografía y las características vocales de las más relevantes figuras españolas  de ópera y zarzuela, analizando de manera exhaustiva las cualidades de doscientos treinta intérpretes. Pura cultura.


Irredento wagneriano, asiduo del madrileño y exquisito Ciclo de Lied, Joaquín podría haber escrito un divertido libro narrando sus aventuras para conseguirse un viaje que le permitiera escuchar a Plácido en Salzburgo, aunque luego se suspendiera el concierto por indisposición del intérprete o sus escapadas de pura afición a Burdeos a “ver a un banderillero y a un picador, que me interesan muchísimo,  porque los cabezas de cartel no me importan demasiado”, aventuras plenas de inocencia y de confesada pasión. Porque Sagarmínaga vivió la música como una pasión, la gran pasión de un hombre culto, inteligente y curioso al que la vida trató con más rigor del necesario para un hombre bueno como él, que hoy, al fin, descansa en paz.

jueves, 27 de julio de 2023

Trastos

Michael Josselson



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

Con la primavera, a derecha y a izquierda, que entre nosotros son lo mismo, granan los manifiestos, y no se explica tanta tontuna.

Es la socialdemocracia, ese trasto viejo que nos dejó la CIA.

Desde la Revolución francesa, con su terror jacobino, su corrupción directorial y su militronchismo corso, Europa no ha hecho sino amontonar mentiras, y hoy, vista desde aquí arriba, cualquier verdad es un vértigo.

Todas las mentiras, jibarizadas, cupieron en la gran matrioska de la mentira elaborada en el 45 para vender que en Italia el fascismo fue una opereta, que en Alemania los nazis fueron cuatro drogadictos (¡de Nuremberg salió vivo Albert Speer!), que en Francia la Resistencia fue unánime y que en España el general murió por falta de aire en el asedio de las masas antifranquistas con paga del 18 de julio.

Para hacer frente a la guerra cultural (cultura es aquí el nombre ideológico de la mentira) de la Komintern de Willi Münzenberg, la CIA creó el Congreso por la Libertad Cultural de Michael Josselson, un plan de engorde para la “intelectualidá” occidental, con muchos ex de Münzemberg expertos en buena propaganda, aquélla en la que el tonto se mueve en la dirección inducida por impulsos que a él le parecen propios. Las listas de los sobrecogedores tienen más gracia que las de Panamá.

Y ahora, conectamos en directo con la guerra fría de la cultura –era un gag de la BBC.

Este Plan Marshall cultural se dirigía al hombre progresista “en perpetuo temblor de la culpa” ante el verdadero hombre comunista. A cambio de los dólares, la CIA pedía postureo de tolerancia moral (diálogo, paz) y equidistancia ideológica entre Urss y América, es decir, la socialdemocracia.
Como el sol de Jardiel a su eclipse, España llegó a la socialdemocracia tarde, en el 77, pero se puso al frente de la manifestación que ahora encabezan Snchz y Rivera, Pili y Mili de un relativismo cultural que iguala a Velázquez con Argüello, el Muelle grafitero con calle en Madrid.
 
 
[Publicado en Abril de 2016]

El mito del pluralismo



Dalmacio Negro

 

1.- El pluralismo político se basa en el hecho de que la libertad es inherente a los seres humanos. Pero el pluralismo del que se habla, lo reduce a la diversidad de la opinión. Lo que implica la sustitución de la comunidad política, que presupone la existencia de un cuerpo político, por la sociedad política en la que cuentan sólo los intereses. Una consecuencia del artificialismo del Estado.

Maritain describía así el auténtico pluralismo político en El hombre y el Estado: «No sólo la comunidad nacional y todas las comunidades de rango subalterno se hallan incluidas en la unidad superior del cuerpo político sino que el cuerpo político contiene también en su unidad superior a los grupos familiares –cuyos derechos y libertades esenciales son anteriores a él— y a una multiplicidad de otras sociedades particulares que proceden de la libre iniciativa de los ciudadanos y que habrían de ser lo más autónomos posibles. Éste es el verdadero pluralismo inherente a toda sociedad verdaderamente política».[1] Pluralismo inexistente cuando escribía Maritain, quien describía en realidad el existente en la Edad Media, en la que se articulaba la teoría política en torno  al concepto  corpus politicum, la réplica temporal del corpus mysticum de san Pablo.[2]

2.- La naturaleza del corpus políticum puede resumirse con uno de los Pensamientos de Pascal aplicable a lo Político, cuya finalidad es la unidad entre los que viven bajo el mismo gobierno, y a la política, cuya finalidad es la libertad de los convivientes. Pues, como decía Hannah Arendt, «la política descansa sobre el hecho de la pluralidad de los hombres [y] versa sobre la unión y el estar con los diferentes».

La frase de Pascal «la multitud que no se reduce a unidad es confusión; la unidad que no depende de la multitud es tiranía», era para Guizot, «la expresión más bella y la definición más precisa del gobierno representativo», cuyo fin consiste en «impedir a la vez la tiranía y la confusión».

El corpus políticum, que no es un mito, integraba una serie de organismos sociales naturales, espontáneos,  que fungían como poderes sociales autónomos, que compartían un êthos común: los que llamaba Montesquieu poderes intermediarios, porque mediaban entre el gobierno, que unía sin unificar, y los individuos que integraban el pueblo. Poderes casi inexistentes cuando escribió el barón de la Bréde, quien los describe ya algo equívocamente, que limitaban automáticamente  el poder político del gobierno. Esos poderes eran entidades comunitarias  independientes que se autogobernaban y sólo se relacionaban con el gobierno para defenderse de otros gobiernos.

En la Edad Media los poderes feudales temporales y canónicos, ámbitos excluidos de la acción del gobierno, ejercían, si era preciso, como una suerte de contrapoderes, el derecho de resistencia contra el poder político invasor, centralizador o uniformador, que recorta o suprime las libertades.

2.- El Estado, concebido por Hobbes como un cuerpo artificial, el Gran Artificio capaz de impedir el derecho de resistencia, consiguió asentarse en los tiempos modernos absorbiendo o  eliminando poco a poco los pouvoirs intermediaires medievales como contrapoderes eficaces. Transformó sobre todo la nobleza feudal en cortesana, de modo que, como decía Bertrand de Jouvenel, las monarquías europeas  se asentaron sobre las ruinas de la aristocracia  (ἀριστοκρατία, de ἄριστος, áristos, los mejores, y κράτος, crátos, poder, fuerza), el mando de los mejores.

La absorción o eliminación de los poderes sociales debilitó o arruinó el cuerpo político, reducido finalmente por la revolución francesa a la Nación, titular formal de la soberanía de la voluntad popular, que excluye por definición los poderes intermedios. De hecho, se trataba de la minoritaria Nación Política formada por la oligarquía dominante, distinta de la Nación Histórica, la gran mayoría de la población, del pueblo, que, excluida de la política –«la política es una antigualla para abuelos» (G.Morán)-, se limita hoy en el Estado de Partidos a votar ritualmente a los candidatos que presentan los partidos de la oligarquía. «Al acabar cada una de las elecciones, escribe Á. R. Boya Balet, el pueblo queda relegado al silencio, y debe limitarse a pagar los impuestos y los precios que fijan a su capricho respectivamente los parlamentarios y las empresas de los oligopolios».[3] Si se convoca ritualmente a votar al pueblo, es para simular que la Nación Política es democrática puesto que es pluralista, ya que hay diversos partidos. La tiranía o despotismo de las minorías se disfraza así de la tiranía o despotismo de las mayorías profetizados por Tocqueville como el mayor peligro de la democracia.

Napoleón inventó el Estado de Derecho para  reconstruir el cuerpo político sustituyendo los desaparecidos poderes intermediarios por instituciones creadas ex profeso -«después de mí las instituciones»- y las limitaciones jurídicas, no fácticas, del poder estatal establecidas por la Constitución impuesta por la oligarquía dominante. Instituciones y limitaciones siempre precarias al no ser naturales, muy distintas de las de los cuerpos intermediarios espontáneos, que, además del Derecho, tenían la fuerza. El principio de subsidiaridad incluido en el Tratado de la Comunidad Europea para animar a las personas, órganos o  comunidades existentes a que decidan libremente sobre sus intereses, derechos y sentimientos particulares al margen del intervencionismo y la tutela estatal es un intento artificioso de suplir la desaparición de los auténticos poderes intermediarios.

3.-  Se considera a Robert Dahl el principal teórico del pluralismo político por su descripción del orden democrático norteamericano como una distribución pluralista del poder, que denominó poliarquía.[4] Independientemente de la crítica de Wright Mills, para quien  la sociedad estadounidense está dominada por una élite -el deep State, Estado profundo-, la poliarquía es inconfundible con los poderes intermediarios como contrapoderes. La diversidad del multiculturalismo, de origen también norteamericano, es otro de los componentes del mito del pluralismo. Un pluralismo intelectual completamente distinto del pluralismo natural propio de un cuerpo político. Resumiendo: el pluralismo se reduce hoy a la influencia de grupos sociales en los partidos y a la competencia entre estos por disfrutar de las ventajas del poder.

4.- La vida social se basa en la confianza.[5] Aristóteles decía en la Ética a Nicómaco (libro VIII, capítulo IX) en la amistad civil. Pero la confianza o amistad civil disminuye o desaparece cuanto mayor sea la “diversidad” multiculturalista de trasfondo racista. ¿Quiénes se fían hoy de los gobiernos a los que, sin embargo, votan? El pluralismo de la diversidad es una suerte de ideología, que fomenta la indiferencia o animosidad hacia los otros grupos y socava la confianza que los individuos depositan unos en otros unificándolos espiritualmente y formando un cuerpo político.[6] Expresión relacionada con la concepción farmacológica (pharmakológica, de pharmakon, φάρμακον, fármaco, remedio, y lógos, λόγος racional, lógico, ciencia) de la política inventada por los griegos basada en la experiencia, cuyo sujeto era el πόλεως σῶμα (póleos soma), el cuerpo político mímesis del cuerpo humano. La techkné politiké (πολιτική τέχνη), el arte político, era una terapia contra las enfermedades de la pólis, el cuerpo político. Una unidad cuyos miembros  tienen funciones diversas sin que ninguno  se baste a sí mismo. Todos y cada uno de los miembros de un cuerpo  sirve a todos los demás miembros y ocurre lo mismo en la vida colectiva. Platón describía la pólis, la ciudad griega, como un Makroanthropos, Macrohombre, un cuerpo gigantesco integrado por hombres normales con cabeza, pecho y vientre. La cabeza que gobierna, el pecho que da seguridad y defiende y el vientre que produce. Los romanos detallaron luego la anatomía del cuerpo político: nervios, sangre, aliento, miembros, órganos.

 

 El aristotélico musulmán Al-Farabi (872-950) escribió en La ciudad ideal:[7] «La ciudad excelente se asemeja al cuerpo perfecto y saludable, cuyos miembros cooperan para hacer perfecta la vida del animal». Y el medieval Juan de Salisbury describió así el cuerpo político en Policraticus (ca. 1159):[8] el rey era la cabeza; el sacerdocio el alma; los consejeros el corazón; los magistrados los ojos, los oídos y la lengua; el ejército la mano que sostenía las armas; la justicia del reino la mano desarmada; los comunes, el resto del pueblo, los pies del cuerpo. Cada miembro tenía su función, y estaba obligado a actuar, en armonía con los demás para bien del cuerpo entero. El platónico Hobbes tuvo en cuenta esos precedentes al construir científicamente el mito del Estado. Las ediciones de Leviatán suelen reproducir en la portada la imagen del Macrohombre.

5.- El multiculturalismo es una ideología tribalista que destruye la concepción farmacológica de la política heredada y perfeccionada por la Iglesia. Ignora o desprecia  el hecho de que la constructora de Europa y Occidente, integra a  razas, culturas,  naciones, Estados, Imperios por muy diferentes que sean. El peculiar pluralismo del multiculturalismo es incapaz de conseguir la unidad sin recurrir a la violencia, física en el caso extremo o legal. Desde el punto de vista eclesiástico la historia de la salvación tiende a unificar a todos los hombres en la Iglesia. En la Biblia: “Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén. / En los días futuros estará firme / el monte de la casa del Señor, / en la cumbre de las montañas, / más elevado que las colinas. / Hacia él confluirán todas las naciones, / caminarán pueblos numerosos y dirán: / «Venid, subamos al monte del Señor / a la casa del Dios de Jacob. / Él nos instruirá en sus caminos / y marcharemos por sus sendas; / porque de Sión saldrá la ley, / la palabra del Señor de Jerusalén»” (Is 2,1-3). La cruz, decía Carl Schmitt, es la forma de la historia. Y la historia, concepto de origen cristiano -el tiempo desgajado de la eternidad por el acto creador del mundo- tiende a la unidad en la multiplicidad. Converge, por decirlo así, hacia Jerusalén.

6.- El socialismo democrático, revolucionario o revolucionarista «liberal», es mecanicista y rechaza o se desentiende de la convergencia hacia la unidad orgánica. Culminando la tendencia moderna, niega la realidad y la posibilidad de los cuerpos políticos. El revolucionarista, que es pacifista, habla continuamente, sin embargo,  de pluralismo como prueba de la tolerancia ilimitada, que enmascara la falta de libertad política, que presupone la religiosa, mucho más amplia que la libertad de culto con la que se confunde a menudo. Un motivo es diferenciarse de su gemelo comunista; otro, la pleitesía al multiculturalismo norteamericano que destruye la cohesión política de los pueblos y pretextando la igualdad identitaria pone en cuestión la libertad  o la suprime.

7.- «Es verdad», advertía Rainer Rotermundt, que se habla de «la gran libertad o del aparente pluralismo sin límites» en la democracia política existente. «El «pluralismo» es el gran santo y seña (Stichwort) de los postmodernos». Pero «es sólo el nombre de una anarquía, que mantiene el Estado y las instituciones como mera fachada», de modo que «lo postmoderno empieza donde desaparece el todo».[9] Ironizaba Jünger sobre lo postmoderno: «la palabra que está de moda por el momento es postmodernidad; designa una situación que existe desde siempre. Se llega ya a ella cuando una mujer se coloca en la cabeza un sombrero nuevo».[10]

El vacío es el signo del arte postmodernista. En la pintura, es indiferente el contenido, en el que no es accidental que predomine lo grotesco y lo feo. Escribe Antonio García-Trevijano: la postmodernidad, «además de no haber sido definida más que con vaguedades ideológicas, nació para designar lo que pretendía ser en la izquierda renegada del marxismo una concepción débil del mundo posterior a la guerra fría».[11] Es el momento histórico en que domina el socialismo sovietizado, cuyo pluralismo es el anarquismo cultural liberador de todos los deseos de la revolución del 68.

8.- Carl Schmitt observó la influencia en la estatalidad de múltiples poderes indirectos de toda laya, que privatizan la política,[12] antes de que se inventaran las políticas públicas, que favorecen la formación de clientelas, que actúan como poderes indirectos. José Luís González Quirós denuncia[13] la privatización de la política «que se produce  cuando los poderes y las agencias del Estado, y muy en especial los partidos políticos, se convierten en los agentes exclusivos y excluyentes de cualquier política». Aceptado el intervencionismo como la forma correcta de la política, aumentaron sin tregua después de esa fecha los poderes indirectos, a medida que se afirmaba la socialdemocracia liberal, de  ideas más sovietizantes que keynesianas, que confinan la política en el ámbito reservado a los partidos de la oligarquía dueña del Estado de los Partidos. El pueblo queda excluido de la política salvo cuando compiten los partidos para ganar clientelas o se le llama a votar.

9.- Las revoluciones del 68, que comenzaron en el 67 en Alemania y California, han suscitado poderes indirectos  de nuevo cuño, que intensifican la privatización de lo Político y la  la política. Unos son contraculturales, otros directamente económicos a causa de los acuerdos de Bretton Woods (1944), consumados con “la teoría estatal del dinero, una teoría del poder estatal” (C. Schmitt), al renunciar Norteamérica en 1971 a la cobertura-oro del papel moneda,[14] de la Ostpolitik, con la internacionalización de las grandes empresas,la afirmación delos media como grandes poderes gracias a la tecnología, etc.

Las oligarquías socialistas y socializantes, prácticamente todas, se lanzaron entonces a la sovietización cultural para destruir los restos de la cultura tradicional. Consolidadas como si fuesen democráticamente normales, ese es el pluralismo como mito político,[15] al que sólo se enfrenta más o menos conscientemente el auténtico populismo. Concluye Delsol su libro sobre los populismos: «El populismo sería el apodo con el que disimularían virtuosamente las democracias pervertidas su menosprecio por el pluralismo».

10.-  Es conocida la frase de Hölderlin wo aber Gefahr ist, wächst das Rettende auch, donde está el peligro, brota también lo que salva. No es tan conocida la de Nietzsche was mich nicht umbring, macht mich stärker, «lo que no me mata, me hace más fuerte», pues me hace consciente de la situación. El «caer en la cuenta» de Ortega, o  el «darse cuenta» de algo de Zubiri, que es estar en disposición de entenderlo.

Los nuevos «populismos» europeos responden al hecho de que está pasando algo muy grave, aunque no sepan precisarlo: reflejan la reacción del sentido común contra el irrealismo y antirrealismo político irracionales de quienes viven «contra la verdad», como decía Marías, o en el «realismo mágico»”» descrito por el novelista colombiano Gabriel García Márquez en Cien años de soledad, de los gobiernos que viven en un mundo paralelo al del pueblo.

El realismo político, dice Jerónimo Molina, parte de la evidencia, la verdad, de los hechos –verum et factum convertitur, decía Giambattista Vico- pero no se rinde ante ellos, distinguiéndose del pseudorrealismo cínico, porque no se desinteresa de los fines últimos. Los populismos denostados por las oligarquías y elites del establishment, rechazan el  pluralismo mítico y reivindican consciente o inconscientemente el realismo político al dar la voz de alarma sobre la peligrosa situación de la Europa en que mandan los sofistas, los arribistas, los economicistas, los fabricantes de mitos, los nihilistas -inconfundibles con los nihilistas rusos que eran idealistas- y multitud de idiotas.


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Jueves, 27 de Julio

 

 

Andares de vivos en un mundo de muertos

miércoles, 26 de julio de 2023

La pera



Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    La propaganda presenta el Estado Autonómico como una construcción jurídica extraída del Derecho romano, y algunos propagandistas hasta imitan al Von Ihering que explica la misión peculiar de Roma en la historia universal:
    
La historia de Roma comienza por una victoria sobre su propia nacionalidad y cuando llega a su cima tiene a sus pies, rotos y pulverizados, los pueblos de su época.
    
Nos venden que lo peculiar de España es “el autonomismo”. Pero el Estado Autonómico viene a tener el mismo origen chusco que el consejillo de subsecretarios previo al consejo de ministros.
    En el primer gobierno de Suárez, el del aeropuerto, un empeño de Abril, ministro de agricultura, era subvencionar la pera limonera, contra la opinión de Lladó, ministro de comercio. Así un consejo y otro consejo, hasta que el vicepresidente del gobierno, general De Santiago, preguntó, con resolución castrense, si se iban a pasar los consejos discutiendo de la pera limonera, con la de cosas serias que había por discutirse. Y nació el consejillo de subsecretarios, a modo de cedazo para los asuntos del consejo de ministros.
    
En el 76 teníamos un Estado centralista de doscientos años y, con la cosa del pactismo, la idea era poner un piso a las “autonomías históricas” (?), Cataluña, Vasconia… y Galicia. Entonces un andaluz del Psoe propuso en la Junta Democrática un Estado Autonómico como agencia de colocación para la militancia de provincias.
   
Coge un papel y mira a ver cuántas autonomías nos salen –diría luego Suárez a uno de sus arbitristas.
    
Aquí la pera limonera fue el “café para todos”, el reparto de la túnica de Cristo pasada por los sastres chinos que compiten con el Triángulo de la Moda de Tirso de Molina. Retales de una piel de toro que en realidad es de conejo (“Leoporum generis sunt et quos Hispania cuniculos appellant”) y que ha exacerbado a los supremacistas catalanes.
    
Así que menos lobos autonomistas, queridos pollos peras, jurisperitos y demás peras limoneras de Ciudadanos.
 
[Publicado en Enero de 2019]