jueves, 2 de abril de 2020

Respiradores


Duchamp

Ignacio Ruiz Quintano
Abc

    No era la luz (“¡Luz, más luz!”, fue el grito de Goethe al morir), sino el aire. Al final lo que el coronavirus nos quita es el aire. La aireación (Luftung) en lugar del claro (Lichtung) propuso Luce Irigaray en “El olvido del aire en Heidegger”.

    –No es la luz lo que crea el claro; la luz sólo se abre paso hasta aquí, antes bien, gracias a la transparente ligereza del aire, presupone aire.
    
Eso se ve en los cuadros de Velázquez y en las ucis del Ifema. Por eso América promete ventiladores a Francia, Italia y España. Ahí hay justicia poética: Trump dando aire a tres de las sociedades cuyo periodismo de Estado más le insulta. Con que nos mande la mitad de respiradores que insultos le hemos dirigido, adiós pandemia.
    
Los vivos votan y los muertos vetan –nos dejó avisado Santayana.
    
Los flabelíferos del dictador afinan su forma de agitar el flabelo: “Sánchez no me gustaba, pero Covid le ha convertido en hombre de Estado”, tuitea Conthe, con fama de intelectual porque una vez leyó un artículo de Camba.

    Propiamente hablando, el “hombre de Estado” por antonomasia fue Mussolini. ¿Eso quieren los contheanos con Sánchez? Díganlo. El 78 fue la convergencia de los apasionados servidores del Estado y los apasionados enemigos del Estado, y produjo la esquizofrenia actual, ese chapoteo de Conthe en el lodo primordial: “Sánchez merece TODO el apoyo. Las críticas deben ser constructivas, con propuestas de mejora, sin mirar al pasado”.
    
Conthe es economista… del Estado fáunico, y habla como uno de esos teólogos… del Estado Providencia, paraíso de funcionarios, intelectuales y políticos del consenso, que llevamos oyendo más de ochenta años.

    Ochenta y cinco años observa Sloterdijk que transcurrieron entre la muerte de Goethe y la introducción de la expresión “desinfección de grandes espacios” en la lengua alemana.

    –El tiempo pasa sin más, pero no sabría cómo explicarle lo que hago… –decía Duchamp a un periodista en Nueva York allá por el año en que uno nació–. ¡Soy un respirador!