miércoles, 1 de abril de 2020

La histeria del coronavirus

 Fotografía de Jairo Ruiz Sanabria

Fernando Vallejo

Propongo lo que sigue: Que salgan unos de esos que llaman "profesionales de la salud" con cien reactivos para detectar el virus y los prueben en cien personas que pasen por cualquier calle de Nueva York o de Milán a ver cuántos dan positivos. ¿Da 1 positivo? ¿O dan 10? ¿O 90? ¿O los 100? Yo sospecho que el resultado estará más cerca de los 100 que del 1. Pues bien, esos positivos son portadores sin síntomas del virus, o con síntomas leves, que han desarrollado inmunidad a él, tal vez porque su primer encuentro con él recibieron una leve carga viral, como la de una vacuna con virus vivos. Ellos quedaron vacunados por la naturaleza, si no es que por Dios mismo que no es tan malo como yo creía y se arrepintió de habernos mandado el coronavirus gracias a que el papa Francisco, que es tan bueno y tan efectivo, se lo pidió en una caminata por la piazza di San Petro en el Vaticano, desierta y bajo la niebla de un sombrío atardecer que él aprovechó para bendecir urbi et orbi a la multitud contagiadora pero ausente.

No se puede paralizar un país porque así lo aconsejan las estrellas del momento, los epidemiólogos, las alimañas más dañinas que le acaban de resultar a la humanidad, sin el dato esencial que les está faltando. Que el gobierno colombiano haga mañana las cien pruebas que digo en el Transmilenio de Bogotá. Si dan diez infectados, o sea diez portadores sanos, que levante la cuarentena pasado mañana porque en cuatro o cinco días alcanzaremos a Lombardía y a Nueva York. En tantos años de esfuerzo no habremos ganado la Copa Mundo, pero en esto del coronavirus nos vamos a poner al día como país de primera: con cien infectados por cada cien. Voy a volver a leer la Biblia, obra tan entretenida y de manga ancha e incestuosa para aprovechar este confinamiento forzoso. Me siento como Uribito el repatriado, encarcelado en su residencia particular, vencido y sin sueños de presidencia. Que escriba entonces sus Memorias de hijueputa, como yo.