Ramos & Lucas Vázquez
Ignacio Ruiz Quintano
Abc
Desde Schuster no había ido el Madrid a Barcelona con tanta cara de lúser. “Es imposible ganar en Barcelona”, dijo Schuster antes de embarcar en el avión, y una persona que toma un avión sabiéndose perdido no es de fiar.
Menos pichi que Schuster, Lopetegui no quiso decir en alto que a Barcelona viajaba de perdedor para no ponérselo fácil al jefe de personal del club, pero por él habló su padre, un levantador de piedras que ha puesto el dedo en la losa del Madrid:
–A mi hijo le han robado cincuenta goles.
Robarle cincuenta goles a Lopetegui es como robarle el mes de abril a Sabina. Cincuenta goles que se llevó Cristiano, dejándonos en manos de los cabezazos de Ramos y de las calabazas (truco o trato) de su “caddy” Lucas Vázquez, por delante de Vinicius, al que llaman Maradona, en el escalafón militroncho (“bisas” y “bichos” o “conejos”) de un vestuario digno del lápiz de Ivà, con Ramos en el papel de sargento Arensivia, con ese video del entrenamiento que termina con el capitán corriendo a balonazos al benjamín de la plantilla porque le había tocado la nariz en un lance del juego.
Por Ortega, que lo copió, sin decirlo, de Max Stirner, sabemos que uno es él y su circunstancia (“y si no la salvo a ella no me salvo yo”). Bueno, pues Ramos es él y su nariz: cuando llegó a Madrid traía la nariz de la política Begoña Lasagabaster, pero un día, como por arte de birlibirloque, apareció con la nariz de la actriz Amparo Larrañaga, que es la nariz que Reguilón tocó de refilón, y Ramos, que venía de una semana en que le habían toreado, y mucho, Kane con Inglaterra y Morales con el Levante, le pegó el arreón al canterano.
Raúl, tótem de los piperos, “calentó” el partido con una foto suya abrazado a Puyol, y Lopetegui, que a “buen rollito” no se va a dejar ganar por Raúl, dejó en la grada a Vinicius, al que el club había conseguido limpiar de tarjetas. Sacar a Vinicius del Clásico fue la manera que encontró Lopetegui de compensar deportivamente la baje de Messi.
La banda de Lopetegui salió al campo a salvar a Lopetegui, que no aspiraba a otra cosa que a no ser despedido en el descanso, y desplegó tres centrales. Mourinho plantó cara a la Juventus en Manchester con diez tarugos, y al final del partido reconoció la superioridad del equipo de Allegri, que parte, no de Dybala y Cristiano, sino de sus dos centrales, Bonucci y Chiellini, quienes, según el entrenador portugués, “podrían dar clases en Harvard de cómo jugar de central”.
El Barça jugaba sin Messi, pero parecía Brasil del 70, y los tres centrales de Lopetegui, que ahora mismo no podrían dar clases ni en la Complutense, naufragaron: Ramos se ve de Koeman trazando diagonales a Stoichkov, que unas veces es Lucas y otras veces es Vázquez. Varane hizo un penalti de VAR a Suárez. Y Nacho fue a buscar una tarjeta amarilla con el deseo de que Lopetegui lo sustituyera por Lucas Vázquez para no tener que bailar con el “bad boy” de Luis Enrique, el tal Jordi Alba.
En el descanso Valdano pidió al Madrid jugadas “filosas” (¡la valdanosofía del Madrid!), y Lopetegui sacó… a Lucas Vázquez, que se estrenó con “una de las jugadas más filosas del partido” (?), el gol de derechas (otro) de Marcelo, que por un momento dio a Lopetegui la esperanza de remontar y que lo .dejaran tomar el avión. Pudo ocurrir. Y si hubiera ocurrido, ¿qué? Corrochano escribió famosamente la tarde de la muerte de Gallito: “¿Qué es torear? Yo creí que lo sabía Joselito, pero un toro lo mató en Talavera”. Pues eso.
Lopetegui dejó a Vinicius en la grada, pero Valverde dejó a Dembelé en el banquillo. ¿Es más filoso Valverde que Lopetegui?
En lo peor del naufragio, Lopetegui tiró de Mariano, y, cresta por cresta, la réplica de Valverde fue tirar de Arturo Vidal, con lo cual el Clásico se puso para las teles como un homenaje a Mad Max, mientras Florentino Pérez improvisaba en el palco del Campo Nuevo un acceso de fastidio como los que Napoleón acostumbraba a representar en los palcos de la ópera alemana mientras cavilaba cómo combinar tres Cuerpos de Ejército en Fráncfort con dos Cuerpos de Ejército en Colonia.
El fracaso de Lopetegui como jefe de personal sólo sería comparable con el de Cristo, según la lógica literaria de Yuri Dombrovski: “Miren ustedes qué pandilla reunió: Pedro renegó de él, Tomás dudó y Judas lo traicionó. Tres de doce: el 25 por 100 de producto defectuoso.” Y como madridistas hoy no tenemos otro consuelo.
DICHO Y HECHO DE CARDENAL
Decíamos ayer (unos cuatro años): “Miguel Cardenal es un señor culé que ocupa el cargo más goloso de la política española: la Delegación Nacional de Deportes, que Franco entregó al directivo culé Juan Gich Bech de Careda, y Rajoy, a este Montalbán del “Més que un club”, que ha usado papel y tinta del contribuyente para, en una prosa garantizada por el Estado, identificar los rondos de Xavi con España y yo somos así, señora”. Dicho y hecho. Aquel Cardenal del Deporte pasa hoy a ocupar despacho en Mediapro, el chiringuito de Roures, un basilisco de la lucha de clases procedente del trotskismo, cuyo fundador, León Trotski, llegó a tener ficha policial en España con el epígrafe “Ladrón de caballos”.